Nekane Azuabarrena, coordinadora y psicóloga de AGIFES
¿Quién es Nekane Azuabarrena?
Soy psicóloga. Coordino los programas de los Centros de Rehabilitación Psico-social, los programas de Ocio y Tiempo Libre, y Karabeleko... y ejerzo de psicóloga en otros programas de Agifes, en grupos de familiares...
Y, ¿qué es Agifes?
Agifes es una asociación que ofrece apoyo, asesoramiento tanto a familiares como a personas con problemas de salud mental. Tenemos diferentes programas: centros, pisos de protección, programa de ocio y tiempo libre, programa de apoyo domiciliario (apoyo psico-educativo). También ofrecemos apoyo individual a familiares y a persona con problemas de salud mental.
Agifes nace desde la necesidad de facilitar, de intervenir de una manera adecuada y poder ayudar a familiares de personas con problemas de salud mental. Con el tiempo hemos ido creciendo como asociación y además de a las familias, también ofrecemos apoyo a las personas con problemas de salud mental.
¿En qué medida ha afectado la pandemia a todos estos servicios que comentas?
Ha sido muy complicado. Fue de repente. Los centros han estado cerrados, los programas de ocio y tiempo libre, Karabeleko... (es una finca agroecológica que funciona como centro de rehabilitación psicosocial y que ahora se va a convertir en un centro especial de empleo que pretende dar otro tipo de apoyo).
Como digo, todos estos centros se cierran apresuradamente. Desde diputación nos avisan (allá por marzo) que tenemos que cerrar los centros en dos días. Imagínate, en total en los centros de rehabilitación psicosocial tenemos 84 plazas (Buenavista 22, Benta Berri 40 y Eibar 22). Y casi sin previo aviso todas esas personas se tienen que ir a sus casas y no van a recibir el apoyo diario de estos centros. El impacto de este cierre fue muy grande.
Por otro lado, fue difícil también gestionar todo eso desde casa, confinados. Al principio el apoyo que podíamos dar era solamente telefónico. No nos podíamos ver las caras... Ese contacto físico tan importante... Aún así fuimos capaces de detectar ciertos problemas y en coordinación con los Centros de Salud Mental correspondientes tratábamos de encontrar soluciones. Dar apoyo (sólo telefónico) a personas con problemas de salud mental y que viven solas ha sido complicado durante el confinamiento.
La respuesta de nuestros usuarios, sin embargo, ha sido buenísima. A partir de junio el apoyo fue más presencial y quedábamos con ellos en algún sitio... Piensa que durante el confinamiento algunos de ellos no se han relacionado con absolutamente nadie. Detectamos problemas de soledad.
Nuestro trabajo es totalmente presencial y cambiar la forma de trabajar y acercarnos a las personas también ha sido difícil.
Hablas de la soledad. Vuestra campaña de este año ha sido "que el distanciamiento social no nos aísle".
Ante esta pregunta siempre respondo lo mismo: si para mi, que no tengo problemas diagnosticados de salud mental, ha tenido consecuencias a nivel psicológico. Este tema ha tenido un impacto social: el no vernos la sonrisa, solo vernos los ojos, no poder acercarnos... Nosotros trabajamos todo el rato con la palabra y el contacto. Hay momentos en el que la gente necesita un abrazo, un apretón de manos.... No poder hacer todo eso y además, tener que mantener una distancia de metro y medio es muy difícil. Muchas de las personas con las que trabajamos necesitan mucho contacto. Y cuando hemos podido reabrir los centros nos hemos tenido que readaptar y reorganizarnos en grupos, burbujas.
A nivel emocional todo esto nos ha hecho mucho daño a todos. Todos necesitamos abrazos y sentir al de al lado cerca.
Parece una tontería, pero imagínate el problema que puede suponer el uso de la mascarilla en personas que sufren cuadros de ansiedad y que al llevar mascarilla se agobian y les sube la ansiedad mas de lo habitual... Eso a veces es incontrolable.
Todos hemos readaptado nuestra vida social. Mucha de nuestra gente hacía la vida social en nuestros centros, y los tuvimos que cerrar. En esta situación cómo decir a alguien con problemas de sociabilidad y tendencia a aislarse, que tiene que salir y estar con gente... cuando eso ahora no se puede.
Muchas de nuestras intervenciones con nuestros usuarios son individuales: ayudarles a ir a no se dónde, acompañarles en tal o cual gestión, tomar un café y hablar... Todo eso se ha limitado tanto que emocionalmente ha tenido un impacto grandísimo.
¿Cómo os habéis readaptado, cuáles son los cambios que habéis hecho?
Hemos trasladado la mayoría de nuestras actividades a la calle, hemos reestructurado nuestras actividades hacia afuera: paseos, visitas a no se dónde...
Hay necesidades individuales que tenemos que seguir cubriendo. Cuando alguien tiene que hacer un papeleo en el ayuntamiento, por ejemplo, un educador social le acompaña.
Aquí en Benta Berri somos muchos y hemos dividido el grupo en cuatro y realizamos las actividades en grupos pequeños y en el exterior. Evidentemente, muchas de las actividades que hacíamos en el centro no las podemos hacer fuera: yoga, pilates... Todo el trabajo que habíamos hecho para integrar a estas personas en actividades comunitarias se nos ha parado de golpe...
Al final es el mismo esfuerzo y cambio en los hábitos que estamos realizando todos en nuestra vida cotidiana. Ocurre que estas personas tienen muchísimas más dificultades. Quiero subrayar que la respuestas de ellos en el primer confinamiento fue buenísima. Esta segunda ola de restricciones está siendo más complicada.
¿Igual que en la sociedad en general?
Si, yo creo que hay un cansancio acumulado y un desgate emocional general que no podemos olvidar. Todos creíamos que el primer confinamiento iba a ser una cosa pasajera y lo sobrellevamos más o menos. Pero esta segunda se está haciendo larga. El hecho de que llevemos la mascarilla visibiliza lo excepcional de una situación que no sabemos ya cuánto va a durar. Y eso cansa. Creo que hay una gran desesperanza a nivel general.
Y tampoco podemos olvidar que la situación económica de muchas familias es muy complicada. Algunos de nuestros usuarios cobran pensión y más o menos pueden vivir con esa asignación. Hay otros que no, y dependen de los ingresos de sus familias. Y hay muchas familias en las que hay ERTEs... La inseguridad a todos los niveles que viven sus familias les afecta enormemente.
La pandemia no es nada democrática. La brecha económica en la sociedad se está agrandando. ¿Pasa lo mismo a nivel psicológico?
Creo que si. No lo veo tanto en las personas que ya están diagnosticadas, sino que, en general, todo esto está teniendo un efecto importante en la salud mental de las personas. Lo estamos viendo nosotros. Después de la primera ola, cuando recuperamos las citas presenciales allá por junio, estábamos sorprendidos de que la gente no venía a Agifes con un efecto COVID a nivel psicológico. Ahora, sin embargo, en esta segunda ola está viniendo muchísima gente a nuestra asociación. Parece que las consecuencias psicológicas de esta pandemia se están notando ahora: angustia, depresión, familias que no pueden más porque alguno de sus miembro está como está...
Hablas de angustia y depresión. ¿Cuándo le tienen que saltar a uno/a las alarmas? ¿Cuáles son los síntomas ante los que deberíamos preocuparnos?
Estamos poniendo en marcha un nuevo programa llamado "Zeuk aukeratu" que trata de prevenir los problemas de salud mental en menores. Hace poco fuimos a una escuela y uno de los chavales nos preguntaba cuándo se tenía que preocupar ante la tristeza que sentía. ¡Estar triste ante todo lo que estamos viviendo es normal! Nos tenemos que preocupar cuando la tristeza nos invade de tal modo que nos imposibilita hacer las cosas que hacíamos antes habitualmente. La tristeza, el abatimiento, el no querer estar con la gente, cuando es puntual, le puede pasar a cualquiera. Cuando eso nos impide ir a trabajar, o concentrarnos o estudiar o... eso ya va mas allá de la tristeza y eso es otra cosa. El tema es cuando esos sentimientos te impiden vivir como vivías habitualmente. Que las cosas nos afecten es normal y necesario, pero cuando esos sentimientos nos bloquean...
El problema es que a alguien que está hundido no le podemos pedir que gestione él solo todo lo que le está pasando. La salud mental es un problema que nos atañe a todos. Por poner un caso extremo, no le podemos pedir a una persona que tiene un delirio, que se lo gestione ella, será el entorno quien le tenga que ayudar para que pueda salir bien de ese episodio. Es la sociedad, en su conjunto, quien tiene que ser más generosa.
La clave es que hay mucha gente que no pide ayuda por el estigma y el miedo al qué dirán. A ver si van a decir que estoy loco/a... Poder pedir ayuda y poder decir "no me encuentro bien" y poder ir a un psicólogo, a un psiquiatra, a un centro de salud mental... Nos puede pasar a cualquiera.
En Euskadi, el 9% de los hombres y el 17% de las mujeres presentan síntomas de ansiedad y/o depresión, según Osakidetza. ¿Hay sesgo de género en las cuestiones de salud mental?
Parece que sí. Lo mismo que en nuestros centros hay muchos más hombres que mujeres. Parece ser que la mujer es capaz de gestionar de otra manera las dificultades que le puede crear un problema de salud mental y vivir con eso sin una necesidad de apoyo como la que necesitan los hombres. Es generalizar mucho, pero la realidad nos enseña que la tendencia es esa, que la mujer en general busca y encuentra recursos más fácilmente, se apoya de modo más natural en otras personas.
Más datos: en el Estado, la ratio de profesionales de la Psicología Clínica por 100.000 habitantes, con 6, es tres veces inferior a la media europea, de 18 por cada 100.000 habitantes.
Es una realidad. La salud mental aquí está muy mal gestionada. Hay muy pocos psicólogos y psiquiatras. A nivel europeo hay muchísimo mas apoyo a nivel de psicólogos sanitarios que ayudan en este tipo de problemas de salud mental. En Osakidetza te dan una cita cada x tiempo con el psicólogo, si te la dan, porque muchas veces consideran que tal o cual caso no necesita un seguimiento...
Esa es una de las razones de ser de Agifes. Una persona que, por las circunstancias que sea, no puede estar seis semanas esperando a un psicólogo. Para hacernos una idea, la sesión individual de apoyo cuesta diez euros, para cubrir gastos únicamente. Al ser una asociación, las cuotas que manejamos son muy bajas. La sesión de un grupo, cinco euros...
¿Todo este servicio de apoyo se enmarcan dentro del proyecto hurbilduz?
Hurbilduz es un programa que nace con el tema de la campaña que hicimos sobre la depresión. La campaña tuvo mucha presencia en la calle y mucha gente empezó a pedir ayuda. Eso nos hizo darnos cuenta de que había mucha gente con diagnóstico de depresión y familiares que necesitaban apoyo. Hurbilduz nace con la idea de acercarse a este perfil de personas que necesitan apoyo, pero lo hemos ido generalizando a personas con otro tipo de diagnóstico y problemas, o incluso sin diagnosticar, que no llegan a nuestros servicios. De esta manera nos acercamos nosotros a las casas a hacer una intervención o para ver qué necesidades hay, coordinamos con servicios sociales y de base. De ahí el nombre.
Nos acercamos a personas que no llegan a nosotros. La persona que tiene una depresión y no sale de casa no va a venir a Agifes a pedir ayuda. Agifes, mediante este programa, se acerca a ella y le ofrece apoyo.
¿Cómo articulan estas intervenciones la necesidad de ayuda y la autonomía de la persona?
Siempre hay que respetar la autonomía de la persona interviniendo siempre con la aceptación de la persona. Por eso es importante la coordinación con otro tipo de estructuras socio-sanitarias, para que ellos, que son quienes detectan los casos, vayan introduciendo la posibilidad de que Agifes entre ahí.
No hemos tenido problemas con los casos que hemos tenido, y las personas han aceptado nuestro apoyo. Teníamos una persona usuaria en nuestros centros, por lo que sea ingresó en la cárcel y hemos seguido dándole apoyo, mediante el programa hurbilduz, yendo a la cárcel... Imagínate una persona con problemas de salud mental en la cárcel y sin ningún tipo de ayuda...
¿El miedo a contagiarnos se ha convertido en una patología?
El TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo), es una obsesión tal que hace que no puedas hacer tu vida. Es un tipo de miedo muy intenso que se adueña de tu vida.
Si es verdad que tenemos miedo al contagio, y por extensión, miedo al otro, pero no tiene nada que ver con ese miedo compulsivo. El miedo a la enfermedad, que no me contagie... al final eso hace que la gente no se relacione y que estemos como estamos, con una necesidad afectiva que no cubrimos.
Tal y como vindica un colaborador de la revista, ¿necesitamos de una vacuna social?
Exactamente.
¿Qué ingredientes debería tener esta vacuna social?
Creo que esta vacuna social es importantísima. Todos tenemos casos cercanos de gente que lo está pasando mal. Algún día podremos dejar de usar la mascarilla y seguiremos teniendo miedo. La vacuna social tendrá que tener dosis continuadas... tendremos que empezar a relacionarnos poco a poco, tendremos que empezar a valorar el contacto físico con las personas. Volver a quitarnos las mascarillas y vernos las caras. Esos primeros pasos van a ser buenísimos para ir cubriendo este déficit emocional que vamos arrastrando durante estos meses.
Y, desgraciadamente, las personas con problemas de salud mental también son las que peor lo van a pasar con estos pasitos. Les costará volver a retomar el contacto.
¿Tendría que tener, esta vacuna social, una pequeña dosis de conciencia de vulnerabilidad?
A mí lo que me ha gustado de esta pandemia, si es que se puede hablar así, es que todos hemos visto que somos vulnerables. Antes colocábamos la vulnerabilidad en la gente que tenía problemas: el loco, el esquizofrénico, el que tiene una depresión... (por poner ejemplos de nuestro sector). Ahora nos hemos dado cuenta de que aquí vulnerables somo todos. Caer, puede caer cualquiera.
En Agifes es lo que sacamos de positivo de todo esto: todo el mundo puede pasar por una ansiedad, por un bajón anímico, cualquiera puede llegar a una depresión. Cualquiera puede sentirse mal, con una incertidumbre y desconocimiento de lo que pueda suceder mañana. Esto crea una malestar en el cuerpo y en la mente. Eso lo vivimos todos. Eso hace que nos podamos sensibilizar más con la gente que tiene problemas de salud mental. Estamos todos expuestos al malestar psíquico. Es lo que hay.
Ser consciente de que todos somos vulnerables a nivel de salud mental es ser conscientes de que podemos estar y sentirnos mal y no saber cómo gestionar eso. Ser conscientes de esta fragilidad nos ayuda a empatizar con el otro, nos hace ver que las personas que tienen esos problemas son como nosotros. Quiero pensar que quizás todo esto nos está ayudando a ponernos en el lugar del otro.
Cuando tú empiezas a preguntarle a una persona sobre cómo está, a ver si podemos ayudarle en algo, cuando empezamos a preocuparnos por el otro ya estamos empezando a hacer algo. No es tan difícil escuchar a la gente e intentar ayudar simplemente preguntándole qué le pasa y en qué le podemos ayudar.
¿No permanecer indiferentes ante los problemas del otro?
¡Claro! Cuando tú preguntas a la gente que llega a nuestros centro a ver cómo están, a ver en qué les podemos ayudar, la gente no sabe qué responder. Siempre les hemos dicho lo que tienen que hacer, por lo que la de ellos es una vida dirigida en la que no sienten que tengan el control. Que la otra persona perciba que estás ahí y que le escuchas y que prestas atención y que es alguien en la vida, ése es el tema. Al final salimos ganando todos, porque sentir que con nuestro pequeño granito de arena hemos ayudado a que el otro se sienta mejor hace que nosotros también nos sintamos mejor.
A veces, sin embargo, tratar de ayudar al otro pone la vida de uno patas arriba...
Amigo... Todos tenemos capas. Algunos no quieren remover nada, pero otras personas van quitando capas en su vida y se van conociendo mejor. Nos pasa mucho en los grupos de familiares de personas con problemas de salud mental. Siempre una queja continua de lo que el otro no hace. Vale, pero ¿tú por qué estás tan mal porque tu hermano no hace lo que sea? Mirar hacia dentro, ser consciente de tus necesidades y de lo que te sienta mal en el otro... todo eso es para todos.
¿Cuántas capas tenemos?
¡Uf! Creo que cada persona tenemos un número diferente de capas. Al final, las que nos vamos poniendo en la vida como capas de protección. Según lo que te ha pasado en la vida, nos ponemos cinco, o veinte.
¿Es verdad que las capas nos aíslan?
Yo creo que si. Y que no son buenas también. Algunas nos protegen, y algún grado de protección hay que tener, porque no vamos a estar expuestos al otro todo el rato. Deberíamos utilizar estas capas como cuando nos ponemos más o menos ropa según el frío que hace.
Entonces, si nos tenemos que proteger del otro, ¿en que tipo de sociedad vivimos? No es mejor entretejer una red de confianza en la que podamos relacionarnos "en bañador"?
Creo que tenemos que tener unas capas mínimas, siguiendo la metáfora, bañador y camiseta, y luego te proteges más según las necesidades. Uno aprende a manejarse. Es cuestión de adquirir herramientas. Todos tenemos experiencia de "yo con esa persona no porque... y con esta otra sí, porque confío en ella". Es sano y necesario poder tener alrededor personas con las que tener confianza y poder hablar y estar con ellas sin necesidad de protección. ¡Qué importante es tener personas alrededor a las que podamos decir sin miedo que estamos mal! A veces uno mismo no se da cuenta y tiene que tener alguien al rededor que le diga: "Oye, no estás bien. ¿Quieres que te ayude de alguna manera?".
Por lo tanto, cuidarse y cuidar. Hay personas que hablan de la fatiga de la ternura.
Para cuidar bien, hay que cuidarse. Para poder ayudar a una persona, protegerla, ayudarla, uno tiene que estar bien. Me explico:
Aquí nos pasa que cuando hay diagnósticos de problemas considerados como más graves como una esquizofrenia o un trastorno bipolar, en esos casos la familia se vuelca y uno se olvida de sí mismo. Si tú no estás bien, y generalmente uno no está bien cuando se vuelca en el cuidado de una persona con enfermedad mental, no puedes estar bien con el otro. Cuando a un familiar, y eso lo vemos aquí, le quitas de esa carga de ser cuidador, de ser único apoyo, y le sugieres que se cuide un poquito para poder estar mejor en la relación con el hijo, hermano o marido con problemas de salud mental, esa persona con el tiempo te dice que efectivamente, que ahora está mejor, más tranquila. Estos procesos son largos, pero cuando uno analiza su sitio, se cuida y se mira y cuida sus espacios, mejoran las relaciones con los demás, y por lo tanto también las relaciones de cuidado.
¿Para poder cuidar de las persona con problemas de salud mental es necesario entender la locura?
No podemos entender la locura. No podemos vivirla. Eso no quiere decir que tengamos que negar lo que estén viviendo estas personas. Se trata de ofrecerles refugio mientras sigan viviendo lo que viven.
¿Esa es la razón de vuestros concursos de fotografía y relatos, este año en torno a la depresión?
Eso es. Es impresionante ver cómo se expresan estas personas en relación a los síntomas que viven. Cuánto sufrimiento y cuánto también de no escuchar ese sufrimiento. La indiferencia.
También llevamos cuatro años ya con un ciclo de cine y salud mental. La idea es sensibilizar y promover el apoyo y hablar. Normalizar los problemas de salud mental. A todos nos puede pasar. Ese es el mensaje. Todos somos vulnerables, pero los apoyos y ayudas están ahí. Conociéndonos y aprendiendo a interpretar las señales que nos da el cuerpo, tenemos que pedir ayuda.
Antes has hablado del programa de "Zeuk aukeratu", dirigido a jóvenes.
Nosotros trabajamos con adultos (18-65), pero hace un par de años nos empezaron a llamar de institutos con casos graves. Por ejemplo el caso de una tutora que nos llamó porque tenía una chica que había intentado suicidarse dos veces, otro caso de una joven con problemas conductuales tremendos que llevaba alcohol a clase... Y a otro nivel, la hiper conectividad que nos mantiene enganchandos a la pantalla y dificulta el hablar cara a cara con el otro...
Viendo todo eso, diseñamos un programa en el que con la ayuda de personas famosas mostramos la importancia de la salud mental, la importancia de poder decir a alguien que no estamos bien... La idea del programa es intervenir en jóvenes de entre 10 y 18 años para sensibilizar y prevenir: cuidar esa parte emocional y psicológica para que luego, a los veintitantos, no tengan que venir a nosotros con un par de ingresos o... Según la edad hablamos de bullying, suicidio, aprender a reconocer y nombrar lo que sentimos...
Todo esto de la pandemia paró el inicio del proyecto durante el curso pasado, pero lo hemos retomado este diciembre y hemos podido ir a una escuela y la experiencia ha sido muy positiva porque han salido un montón de cosas.
Creemos que una buena base psicológica, cierta salud mental, es clave en la adolescencia para poder gestionar todo lo que se vive a esa edad. Y los jóvenes muchas veces no tienen las herramientas para hacerlo. De ahí la importancia de pedir ayuda, o de ofrecerla.
¿Qué relación hay entre espiritualidad y salud mental?
Nosotros respetamos siempre lo que cada uno sienta y viva en ese sentido. Si uno cree y eso le ayuda a estar mejor, adelante. Aquí hay todo tipo de gente. El tema es el bienestar a todos los niveles. Creemos que los espacios individuales de silencio, tranquilidad y desconexión para estar con uno mismo son importantísimos. Más al ritmo que vivimos hoy en día. Es necesario parar para hacer ese trabajo individual de conocerse un poquito mejor, y para eso es necesario estar solo. Ese ingrediente también lo metería en la vacuna social que hablábamos antes.
¿Qué ha aprendido Nekane trabajando en Agifes?
Llevo veintipico años trabajado aquí. Primero, que todos somos vulnerables. Segungo, que me tengo que sentir afortunada de cómo estoy en la vida. Tercero, que cada vez estoy más a gusto en mi trabajo. Y por último qué importante es decirle a la gente que quiero ayudarle y qué necesitan para ello.
¿Qué significa Arantzazu para Nekane?
Hace siglos que no voy a Arantzazu, pero me transmite paz, tranquilidad.
Eskerrik asko!