Aitor Sorreluz
Decía Don Quijote: "Sábete, Sancho, todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien ya está cerca." (Don Quijote, primera parte, cap. XVIII, 86-88).
Con la vacuna contra el COVID-19 parece que, habiendo durado mucho el mal, el bien ya está cerca. El principio del fin, dicen. No parece, sin embargo, que estando el bien cerca, se haya alejado el mal.
Hace algunos meses hablaba sobre la gran desvinculación que está acelerando los procesos de transformación socioculturales de nuestra sociedad. La crisis económica que se inició en el 2008 así lo indicaba, y las medidas adoptadas en esta pandemia así lo corroboran. El metro y medio de distancia social convertido en norma es el triste reflejo de esta gran desvinculación que hace que expulsemos al distinto y al vulnerable.
Durante la pandemia, hemos encerrado a los más vulnerables (ancianos y personas dependientes) en sus residencias. Por su seguridad, los mantenemos ahí, aislados, mientras nos desescalamos y abrimos bares. Durante la pandemia, nos hemos encerrado en nuestras confortables casas, mientras el distinto (el inmigrante), transita de la periferia al centro, en tareas esenciales. No todos poseemos la misma capacidad para responder a la enfermedad. Depende de condiciones materiales y sociales como la renta, la vivienda, el trabajo, el género, la edad…
La realidad de las familias acompañadas por Cáritas es desoladora. Más de la mitad de las personas que acuden a Cáritas siguen buscando trabajo. Un 40 % de los que lo tienen trabajan en condiciones de alta probabilidad de contagio frente al COVID, con todo lo que eso supone. 246.000 personas carecen de ingreso económico alguno. Insuficiencia de las ayudas, apagón tecnológico y sus consecuencias en la educación de los menores...
El mal avanza y parece que el bien se aleja. Además de la vacuna contra el COVID, necesitamos urgentemente de una vacuna social.
"—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino". (Don Quijote, primera parte, cap. VIII, 5)
Batalla imposible, quizás, enemigos imaginarios, no creo. Como cada Navidad, acabamos de recordar que Dios eligió hacerse frágil y vulnerable como camino de salvación. El camino está marcado.