Aitor Sorreluz
Fin de semana. Uno pregunta a sus hijos si han quedado con los amigos o qué plan tienen, y son incapaces de decir nada hasta 15 minutos antes de quedar. No solo a ellos, el whasapp también nos ha cambiado a nosotros. Ya no quedamos de un día para otro, no hay planes, no hay futuro, solo aquí y ahora, a golpe de apetencia, querencia o deseo.
Hace pocos días que una amiga ha terminado un duro y largo tratamiento contra el cáncer. Estaba embarazada cuando se lo diagnosticaron. Estos meses se ha agarrado hasta a un clavo ardiendo para poder seguir adelante. Los psicólogos le dicen ahora que tiene que vivir el presente. Ella dice que no es tan fácil. Piensa en la muerte todos los días. Necesita esperanza para vivir el día a día, futuro, para vivir el presente.
Este viernes un buen amigo estaba triste. Un alumno suyo murió hace una año en un accidente de tráfico. Su madre no lo soportó y se suicidó hace una semana. Un marido y una hija tratan de sobrevivir.
Cada dos días una persona se suicida en el País Vasco. Diez intentos de suicidio al día. ¿Por qué no hablamos de eso que hace que alguien se quite la vida?
El Génesis, en el Antiguo Testamento, nos recuerda que somos de barro: frágiles y a veces impotentes ante la cruda realidad que se impone en el día a día. El mismo relato cuenta que Dios sopló un hálito de vida y que ese ser formado a partir de la tierra se convirtió en un ser viviente. Esperanza para vivir el día a día; futuro, para vivir el presente
Hay personas que se enfrentan al día a día con paz, serenidad y esperanza. Algunas de tienen fe, otras no. Lo cierto es que cada uno hace su propio camino a la hora de enfrentarse a la vida. En la Biblia se nos dan algunas pistas que nos indican un horizonte, los pasos lo da cada cual.