Xabier Etxeberria
A primera vista puede parecer que la compasión, tan presente en la vida y enseñanza de Jesús, es incompatible con la indignación. Un apunte del artículo anterior ha puesto de manifiesto que no es así. Jesús se indigna en reiteradas ocasiones. Con lenguaje religioso, hablamos de indignación profética. Puede inspirar su versión secular el ver cómo la vive ante los abusos de los poderes sociales del tipo que sean: religiosos, económicos o políticos.
Indignación frente a los poderes políticos
Jesús sufrió hasta el extremo el abuso del poder político, enlazado con el poder religioso: hasta ser condenado a muerte de cruz. Los evangelios recogen pocas referencias explícitas a él. Pero en ellas la crítica de Jesús es demoledora. El principal texto es este: “Sabéis que los jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que los magnates las oprimen” (Mt 20,25-26). Hay otra referencia cuando le aconsejan que se esconda porque Herodes quiere matarle y él responde : “Id y decid a ese zorro: Sábete que hoy y mañana expulso demonios y realizo curaciones, y al tercer día acabaré. Hoy, mañana y pasado tengo que continuar mi viaje, porque es impensable que un profeta pueda morir fuera de Jerusalén” (Lc 13,32-33). No es fácil precisar el significado de zorro, pero sea cual sea, evidentemente es crítico. Y lo que le comunica a Herodes es que seguirá con su misión hasta el final.
La visión de Jesús sobre el poder político es, pues, muy pesimista. Dado lo que le tocó vivir, parece lúcida. ¿Contempla la posibilidad de que sea de otro modo? No es fácil decirlo. Pero si así fuera, da una pista para ello a continuación de la primera cita, aunque no la aplique directamente a este poder: “El que quiera ser importante entre vosotros que sea vuestro servidor”. Solo si se muestra como servicio al bien público, aunque sea imperfecto, tendrá sentido moral.
Indignación frente a los poderes religiosos
En su día a día, Jesús polemizó directamente con el poder religioso, no tanto con los saduceos, ricos y politizados, como con los maestros de la ley y fariseos, más cercanos al pueblo. Es muy probable que haya exageración en los textos evangélicos, reflejo de la polémica que continuó en el primer cristianismo (sobre todo en la comunidad del evangelista Mateo), pero el contenido de las críticas de Jesús a los abusos de este poder es certero, muy a tener en cuenta por las autoridades que, religiosa o laicamente, gestionan los mundos de sentido. Destaco algunas:
“Atan cargas pesadas e insoportables, y las ponen a la espalda de los hombres; pero ellos no mueven ni un dedo para llevarlas. Todo lo hacen para que los vea la gente: ensanchan sus filacterias y alargan los flecos de su manto; les gusta el primer puesto en los convites y los primeros asientos en las sinagogas; que los saluden por la calle y los llamen maestros”. […] “¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe! […] ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!” […] “¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que os parecéis a sepulcros blanqueados: por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muerto y podredumbre! Lo mismo pasa con vosotros: por fuera parecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de maldad”. (Mt 23,4-7.23-24.27-28; ver también Lc 11,42-46).
Añado esta otra crítica a los maestros de la ley: “Estos que devoran los bienes de las viudas con el pretexto de largas oraciones, tendrán un juicio muy riguroso” (Mc 12,40).
Indignación y compasión
Aristóteles dice que un sentimiento se desarrolla en virtud si se tiene “cuando es debido (en la indignación, cuando hay injusticia), por aquellas cosas (las injusticias cometidas) y hacia aquellas personas debidas (las que las cometen y en cuanto las cometen), y por el motivo y de la manera que se debe (sin que la expresión de la indignación suponga injusticia)” [los paréntesis son míos]. La indignación es virtud si cumple estos requisitos. Los evangelios dejan ver bien que Jesús se indignó de esta manera.
Cuando la compasión se dirige a las víctimas de la injusticia, se completa oportunamente si es también indignación por la violencia causada por sus victimarios. No solo no son sentimientos enfrentados sino que, en esas circunstancias, se ajustan mutuamente. La compasión que Jesús nos propone avanza más: se abre a la compasión al victimario no en cuanto tal, sino en cuanto persona, por su autodestrucción, esperando que se arrepienta para que pueda así recibirla.