España cuenta en estos momentos con casi 11.000 misioneros repartidos por los cinco continentes. Es una auténtica “potencia misionera” aunque el número se ha ido reduciendo debido a la falta de reemplazo de personas dispuestas a ser enviadas a cualquier parte del mundo a anunciar el Evangelio.
Sin embargo, son todavía muchos los que dicen “sí” a esta llamada y hay una realidad nueva: el creciente número de laicos que parten a la misión, y concretamente familias misioneras, padres que junto a sus hijos se convierten en propagadores de la Buena Nueva.
Precisamente esta es la situación de los Trenor Martínez, una familia de Valencia que lleva más de seis años en Tanzania, en la localidad de Arusha.
Juan Pablo y María son miembros del Camino Neocatecumenal, pertenecen a la parroquia de San Isidro en Valencia, tienen cinco hijos y están esperando el sexto. En 2014 este matrimonio decidió dejar sus profesiones de publicista y fisioterapeuta, su casa y toda su vida en España para ser enviados a África.
María recuerda el día en el que sintió esta llamada. Fue durante una Eucaristía. “Sentí que el Señor me estaba llamando a no guardarme nada para mí. A entregarle a Él ese rinconcito de mi vida que yo tenía guardado y que me daba miedo que entrase el Señor. Sentí de manera muy fuerte que me llamaba a una entrega total a Él”, relata.
En ese momento no se lo dijo a Juan Pablo, porque sentía miedo; eso lo haría meses más tarde. Y tras un periodo largo de discernimiento este matrimonio valenciano se ofreció como voluntario. Atendiendo a la petición de los obispos de Tanzania allí se presentaron y allí siguen ayudando en la pastoral de catecumenado de adultos y en el discernimiento vocacional de jóvenes que quieren ingresar al seminario.
María señala que a los misioneros nadie les paga por su labor, pero afirma que “nosotros vemos que nuestro trabajo ya ha sido pagado por Dios. Hemos visto que Él está haciendo una historia con nosotros, con nuestro matrimonio. Está cambiando y curando muchas cosas, y lo está haciendo desde la comunión que está creando con nosotros”.
El papel de los hijos
Los hijos son parte indispensable de la misión. Ellos mismos son misioneros, y su labor es también importante. Los pequeños se adaptan antes y mejor, aprenden rápidamente las lenguas locales y se relacionan con el resto de niños, convirtiéndose en amigos.
“Por la mañana los niños van al colegio de agustinos misioneros, un colegio local. Es un colegio precioso, al aire libre, entre montañas. Vemos ahí que también el Señor nos lo ha regalado”, afirma la madre de esta familia numerosa.
Esto no significa que fuera fácil al principio. La educación y la pedagogía utilizada en Tanzania es muy diferente a la de España, y esto lo sufrieron más los hijos mayores que sí habían ido al colegio en Valencia, aunque afirman que se adaptaron pronto.
“Dios ayudó a cada uno de ellos, también con sus sufrimientos. Pero en seguida, cuando empezaron a hablar el suajili vimos que esto les ayudó muchísimo en las relaciones con los niños y compañeros. Ahora están muy integrados y muy contentos”, explica María.
Por las tardes, Juan Pablo y María van a la parroquia, o bien ayudan a las distintas comunidades reuniéndose por las casas o bien en la suya. Recuerdan que la esencia de esta vocación misionera es precisamente vivir como una familia cristiana en medio del mundo. En un lugar con la familia desestructurada, hermanos de distintos padres conviviendo juntos y con ausencia de la figura paterna en muchos casos, su ejemplo es ya de por sí una evangelización directa.
Comentan el impacto que les supuso cuando llegaron ver el pueblo sin calles asfaltadas, una población con muy pocos recursos y con todo el mundo en la calle. “Llegamos sin saber el idioma. Esto era un “hándicap”. En las eucaristías durante un año no entendimos nada. Nos nutríamos mucho de los signos de la liturgia pero no entendíamos. Pero la gente se abría a nosotros”, cuenta Juan Pablo.
Las obras de misericordia que han recibido
Pero precisamente, en ese momento experimentaron la misericordia. “La gente nos llevaba comida a casa y hasta papel higiénico para que estuviéramos bien. Vimos la misericordia de Dios a través de gente que no conocíamos”, explica este padre de familia.
“Que seamos blancos y tengamos muchos hijos les llama mucho la atención, porque para ellos el blanco tiene uno o dos hijos”, cuenta María, que afirma que ya el hecho de vivir allí con ellos es un testimonio evidentemente muy visible. “Dejar tu seguridad, que es a lo que aspiramos todos, y dejarlo para ir con niños a África, les sorprende y ahí empieza la misión”, agrega.
Para subsistir en este tiempo, este matrimonio ha tirado de “creatividad”, porque no es fácil conseguir un visado de trabajo en Tanzania. Han escrito libros para niños, él ha trabajado en una agencia de safaris y justo ahora Juan Pablo y María han realizado un libro ilustrado que se titula Maasai. Aprendiendo las obras de misericordia corporales. Puedes comprarlo en www.aquedah.com y así ayudar a esta familia.
“En cuanto a la evangelización, cada año hacemos una nueva catequización que dura tres o cuatro meses y cada nueva catequización surge una nueva comunidad. Son catequesis de adultos. Es muy rico porque no están muy acostumbrados a reunirse personas con distintas. Hay mayores, casados, solteros, más ricos, pobres, de distintos niveles culturales… todos juntos reciben la Buena Noticia, como algo gratis, que Dios les quiere, que cambia la vida de las personas y el Evangelio les toca el corazón”, explica María.
Para ejemplificar algunos de los milagros que han visto en Tanzania, hablan de “un matrimonio en el que él pegaba a su mujer desde hacía años, pero un día él pasó por la puerta de la parroquia, escuchó a uno de los miembros del equipo de catequistas que daba su experiencia, hizo las catequesis, y vio que tenía que empezar a ir a la parroquia con su mujer. Su mujer estaba alucinada. Vio un cambio tan grande en él que empezó a acompañarlo. Había sentido que tenía que dejar de pegarla…” porque el Evangelio había penetrado en su corazón.
Juan Pablo comenta “lo importante que es que la Iglesia sea misionera, una iglesia sin misioneros que anuncien el Evangelio es una Iglesia que languidece y va muriendo poco a poco. El Espíritu Santo nos llama siempre a salir de nuestra comodidad para poder vivir el Evangelio. Para arrimar el hombro para ayudar a las misiones lo primero es estar unidos en la oración, rezar los unos por los otros. Rezar por la Iglesia y por los misioneros porque es algo fundamental. Y por supuesto, si alguien siente la vocación que inicie un camino de discernimiento y esté abierto a lo que el Señor le quiera decir”.
Fuente:
Cfr religionenlibertad.com / J Lozano
09.10.2020
En la crisis mundial del coronavirus, hemos visto cómo este ha afectado de manera diferencial a los países y regiones. Europa ha sido una de las más castigadas, pero también hemos observado con preocupación la extensión del virus a países menos desarrollados, con menos medios, con peores sistemas sanitarios y con una población que, aun teniendo una estructura más joven, se ve afectada en gran parte por otras enfermedades que les hace especialmente vulnerables a la nueva posible infección.
Es cierto que a día de hoy, las tasas de casos y las muertes acumuladas por COVID por millón de población en muchos países en desarrollo son menores que las de los países europeos más castigados, si bien otros están a niveles similares o superiores (Bolivia, México, Brasil, Perú…).
Pero hay que tener en cuenta también que al impacto del virus y el confinamiento en la educación, los sistemas de salud, la seguridad alimentaria y la economía, se le suman los efectos colaterales que la pandemia está teniendo en los programas de salud dirigidos a otras enfermedades como la tuberculosis, la malaria, el sida y otras, que acaban cada año con la vida de millones de personas en los países en desarrollo.
Bien porque todas las restricciones y dificultades debidas al coronavirus (desplazamiento de personas, transporte de mercancías, reuniones numerosas de gente, etc.) hacen imposible seguir desarrollando dichos programas. O bien porque los fondos para proyectos y programas dirigidos a otras enfermedades —ante la ausencia de más fondos e incluso ante la amenaza de recortes— se han tenido y tendrán que redirigir a proyectos relacionados con el COVID-19, dejando a un lado la atención a otras enfermedades.
Así, por ejemplo, la pasada primavera, después de que OMS y UNICEF advirtieron que la pandemia podría propagarse con rapidez cuando los niños y niñas se reunieran para recibir vacunas, muchos países suspendieron sus programas de vacunación. Incluso en los países que intentaron que siguieran vigentes, los vuelos que transportaban el suministro de vacunas fueron detenidos por la pandemia y los trabajadores de la salud se dedicaron a combatirla. Ahora está resurgiendo la difteria en Pakistán, Bangladés y Nepal. Hay cólera en Sudán del Sur, Camerún, Mozambique, Yemen y Bangladés. Se ha informado de la aparición de una cepa mutada del poliovirus en más de treinta países y el sarampión está aumentando a nivel global en países como Brasil, Camboya, Nigeria, Irak, Kazajistán o Nepal. Esto conlleva el riesgo que dentro de algunos meses haya una epidemia vinculada a otras enfermedades que provoque la muerte de más niños que el COVID-19.
Además, la crisis está afectando a la economía y presupuestos de los países del Norte, que suelen tener entre sus políticas de acción social la de cooperación al desarrollo. Las instituciones de diferentes niveles (gobierno central, gobiernos regionales, municipales, etc.) ya prevén recortes para diferentes áreas, y una de las que mayormente se suele ver afectada en los periodos de crisis es la de cooperación al desarrollo y acción exterior. Por tanto, es muy probable que haya menos fondos disponibles para seguir trabajando en proyectos de desarrollo (de género y empoderamiento, de salud, productivos, de derechos, de fortalecimiento de instituciones, etc.) en los países del Sur.
Como ejemplo cercano de la redirección de fondos destinados a otros proyectos de salud a acciones vinculadas a la prevención y atención al COVID, podemos relatar experiencias recientes de TAU Fundazioa.
Desde TAU, y gracias a la colaboración de la Asociación Arantzazuko Adiskideak logramos en 2020 una valiosa subvención del Ayuntamiento de Oñati para cofinanciar y ejecutar durante ese año un proyecto de prevención y atención a la enfermedad de Chagas, a través del Hospital Popular George Duez, ubicado en Sucre (Departamento de Chuquisaca, Bolivia) que gestiona uno de nuestros socios en el país, el Instituto Politécnico Tomás Katari (IPTK). Este Hospital de segundo nivel atiende a familias humildes, la mayoría de ellas de origen campesino y quechua que han migrado a la ciudad. El número aproximado de personas beneficiarias directas para este proyecto era de 500, el 60% mujeres.
La enfermedad de Chagas es una de las enfermedades tropicales desatendidas en nuestro ancho mundo, causada por un protista parásito que es transmitido por un insecto conocido como vinchuca, que abunda en las casas de barro y paja. El Chagas constituye en Bolivia una de las enfermedades endémicas más importantes. En el 2015 el índice de prevalencia era de 33% a nivel nacional, siendo las áreas más afectadas la región del Chaco, y los Departamentos de Santa Cruz, Tarija y Chuquisaca. La afección crónica suele afectar principalmente al sistema digestivo y circulatorio, y suele requerir cirugías de colon, esófago y corazón. El proyecto pretendía combatir este problema de salud pública reforzando las capacidades materiales y profesionales del Hospital. Se planteaba un programa de sensibilización, detección y prevención, así como de intervenciones quirúrgicas de marcapasos para 15 mujeres gestantes con Chagas.
Sin embargo, debido a la pandemia, mediante el Decreto Supremo nº 4196, de 17 de marzo de 2020, se declaraba en Bolivia la emergencia sanitaria nacional y cuarentena en todo el territorio del Estado Plurinacional. Y mediante el Decreto Supremo Nº 4200, de 25 de marzo, se reforzaban y fortalecían las medidas en contra del contagio y propagación del Coronavirus. Y es que en Bolivia, hay un millón de personas con más de 60 años, que es el grupo más vulnerable frente al coronavirus. La población joven —entre 15 y 59 años— es mayoritaria (50%), pero puede ser grupo transmisor del contagio.
Ante la irrupción del COVID-19, el IPTK nos trasmitió la urgencia de adaptar el Hospital George Duez a la nueva situación de emergencia y la posibilidad de redirigir los fondos del proyecto que iban a ser destinados al proyecto de atención al Chagas. Tras la consulta pertinente y aceptación del cambio por parte del Ayuntamiento de Oñati, finalmente se decidió aparcar el proyecto de Chagas y emplear los fondos en la puesta en marcha de una necesaria Unidad de aislamiento y terapia intermedia de atención a personas contagiadas por el COVID-19. Este proyecto se ha ejecutado durante el 2020 posibilitando la ampliación del equipamiento de microbiología del laboratorio del hospital, una adecuación de salas de aislamiento así como la dotación de equipamiento como oxímetros, tensiómetros, camas hospitalarias o material de bioseguridad. También se llevó a cabo una campaña de sensibilización y publicidad para dar a conocer a la población de Sucre las medidas anti COVID y la puesta en marcha de este nuevo servicio de salud.
Contando con que este trabajo de emergencia en la atención y prevención al Coronavirus va a servir para establecer mejoras en los protocolos, recursos humanos e infraestructuras de atención sanitaria en los países donde cooperamos, no debemos olvidar que más allá del coronavirus, otras necesidades y urgencias sanitarias han quedado desplazadas y en muchos casos podrían cronificarse. Todo esto, sin hablar de la injusta y poco equitativa distribución actual de las vacunas anti COVID, que trataremos de abordar en otro número de la revista.
En Bolivia, en el municipio de Colquechaca (Departamento de Potosí) viven 239 comunidades indígenas campesinas de forma dispersa en un contexto topográfico accidentado entre los 2.200 y los 4.800 m.s.n.m. La densidad de población es de tan solo 19 habitantes por km2. Muy pocas son las superficies aptas para el pastoreo y la agricultura. Las condiciones de vida son complicadas y la pobreza es elevada.
Además, durante los últimos años, el cambio climático global se está manifestando en esta zona a través de una mayor frecuencia de fenómenos adversos como heladas, granizadas y sequías prolongas, que afectan gravemente a las cosechas. La presencia creciente de lluvias torrenciales y granizadas unidas a las fuertes pendientes ha ido produciendo una progresiva erosión y degradación de los suelos. La presión y competencia sobre los recursos de suelo y agua en la zona van en aumento lo que afecta al desarrollo y bienestar de las comunidades mencionadas. La carga de trabajo sobre las mujeres aumenta y en un contexto de escasez de alimentos y de marcada cultura patriarcal se prioriza la alimentación de los hombres.
En el municipio de Colquechaca las emisiones de Co2 son mínimas en comparación con muchos municipios del Norte industrializado, sin embargo los impactos del calentamiento global no distinguen fronteras. No cabe duda de que éste es un problema global, pero que no afecta a todas las regiones del mundo por igual. Las personas, familias y pueblos que habitan en el medio rural son las que más dependen de los ecosistemas y son las más vulnerables a los desastres naturales. Existe por lo tanto una estrecha relación entre el medio ambiente y la pobreza. Cuidar la naturaleza significa también luchar contra la pobreza.
Desde las ONG de Desarrollo venimos reivindicando precisamente desde hace años un modelo de desarrollo que tenga en cuenta la sostenibilidad ambiental. Por ello, y en el contexto de la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, seis ONGD de Euskadi (Zabalketa, IC-LI, Unesco Etxea, Mundukide y TAU Fundazioa) decidimos formar en febrero de 2018, la “Red por la sostenibilidad ambiental en lucha contra la Pobreza” asumiendo como objetivo nada más y nada menos que, la promoción en la sociedad de una conciencia crítica que lleve a una acción práctica comprometida en situar la sostenibilidad ambiental con enfoque de género, como un requisito imprescindible para la adecuada construcción del desarrollo humano en el Norte y en el Sur. Desde el 2018, esta Red se ha ido ampliando con la incorporación de tres nuevas organizaciones locales; Egoaizia, Etiopía Utopía y Behar Bidasoa. Pronto se incorporarán también tres ONG del Sur, las bolivianas IPTK e ICO y CIPCA de Perú.
En esta red, compartimos conocimientos y aprendizajes de buenas prácticas relacionadas con la gestión sostenible del medio ambiente. Fortalecemos por lo tanto, nuestras capacidades como actores de Cooperación para la incorporación de la sostenibilidad ambiental desde el enfoque de derechos en los procesos de desarrollo de comunidades empobrecidas con las que trabajamos, similares a las comunidades quechuas mencionadas anteriormente.
Además de este trabajo de fortalecimiento interno, desde la Red consideramos vital la promoción de una conciencia crítica en nuestra sociedad más cercana. De hecho, si bien la situación medioambiental en los países empobrecidos requiere cambios importantes en los modelos de producción y gestión de los recursos, medidas de prevención, en los hábitos de la población etc., en nuestro entorno cercano son necesarias medidas de protección de los ecosistemas, impulso de la transición energética o de la economía circular. De hecho, muchas de estas medidas en favor de la sostenibilidad empiezan por pequeños cambios en nuestro comportamiento del día a día (consumo responsable, alimentación, gestión de residuos, movilidad, etc.).
Desde la Red, somos además conscientes de la falta de una formación de calidad con enfoque de derechos para el alumnado de estudios superiores, de Formación Profesional y Universidad de nuestro entorno. Es importante que los futuros profesionales conozcan la realidad y sean conscientes del impacto que tiene cualquier intervención, no sólo desde la parte técnica, si no también desde el ámbito medioambiental, social y económico. Son titulaciones que tradicionalmente han estado más alejadas, o que han dedicado poco esfuerzo a entender e incorporar el enfoque de Derechos Humanos dentro del currículo. Por ello, la Red viene desarrollando desde el 2018, un proyecto educativo con siete centros de FP y universitarios en Gipuzkoa con financiación de la Diputación Foral.
Se han elaborado materiales educativos sobre siete experiencias de gestión ambiental de las ONGD de la Red en su trabajo con comunidades empobrecidas de países como Bolivia, Mozambique, Congo, Etiopía o Perú. Utilizando la metodología de “estudio de caso” el alumnado implicado además de la toma de conciencia y formación en Desarrollo sostenible, enfoque de derechos o formulación de proyectos, ha podido aportar desde sus conocimientos técnicos, soluciones prácticas a problemáticas reales a las que nos enfrentamos las ONGD en dichos países pudiendo contrastralas con los proyectos reales ejecutados. Es una metodología interesante para entender la integralidad y complejidad de los proyectos, de tal manera que se dé igual importancia a los aspectos técnicos y a los sociales, culturales y ambientales.
Por ejemplo, el alumnado de Ingeniería civil de la Politécnica de la UPV, ha desarrollado durante los dos últimos cursos en su asignatura de “abastecimiento de aguas” un estudio de caso sobre una experiencia real de la ONGD IC-LI para garantizar el acceso de agua para consumo humano y riego en Wucro (Etiopía). Este estudio de caso, ha permitido que el alumnado de ingeniería pueda contrastar y aplicar sus conocimientos técnicos ante una problemática real de un país empobrecido con graves problemas de abastecimiento de agua potable. La experiencia está siendo tan positiva que el profesorado ha decidido utilizar este caso de estudio como eje temático sobre el que se desarrolle la mencionada asignatura. Todo este trabajo también requiere una formación previa y planificación conjunta con el profesorado que permite ampliar dicha toma de conciencia crítica y sensibilización a los responsables educativos de dichos centros.
La experiencia nos dice que fuera de los espacios más especializados vinculados al trabajo del sector de la cooperación, todavía hoy se conoce poco y a veces mal el trabajo riguroso y profesional que se hace desde las ONGD y desde las políticas públicas que existen en materia de cooperación. Por ello, desde la Red creemos que la presente propuesta educativa es una buena herramienta para acercar y explicar de forma práctica y didáctica toda esta labor, tanto en la universidad, en los centros de FP, pero también en los medios de comunicación, y a la ciudadanía en general. Y es que además del trabajo educativo, desde la red se están impulsando actividades conjuntas de sensibilización hacia la ciudadanía como exposiciones, mesas redondas o charlas que buscan extender esa conciencia crítica. Más si cabe en este contexto de pandemia global que nos reafirma la urgencia de lograr una relación armoniosa y equilibrada con el planeta y resto de los seres vivos.
Más información de la Red:
https://www.facebook.com/RedSostAmbientalGipuzkoa/
En 2005, una pequeña comunidad de religiosas Cistercienses del Monasterio de Nuestra Señora de Valserena, Italia, se estableció en Siria, en una aldea maronita donde fundaron el Monasterio de Nuestra Señora Fuente de Paz.
Pocos años después de la llegada estalló la guerra, aunque esto no hizo desistir a las religiosas en su propósito de dar su testimonio en un país de minoría cristiana. Desde Azeir, la Hermana Marta Fagnani, Superiora del Monasterio nos relata su experiencia.
¿Cómo y cuándo nace esta iniciativa misionera a Siria?
Todo nació después del martirio de nuestros hermanos en Tibhirine (Argelia) el año 1996. Entonces, nuestra comunidad de Valserena en Italia, se preguntó si no había una llamada de Dios para continuar con este testimonio, y así nació esta fundación. En 2005 partimos 4 hermanas con destino a Alepo. Al principio vivimos en un apartamento durante cinco años y medio y, poco a poco, buscamos este terreno entre Tartus y Homs; un lugar muy sencillo, un pequeño pueblo, entre cristianos y musulmanes.
Nos trasladamos aquí en el 2010 y en el verano comenzó la guerra. Todavía el monasterio no está acabado. A la experiencia de encontrar a los hermanos musulmanes, se ha añadido el redescubrir la rica tradición monástica de las iglesias orientales, raíz de la fe cristiana y trasmisoras de la fe a nuestros países de occidente.
Numéricamente ustedes son una pequeña comunidad...
Sí, apenas somos seis hermanas. No es fácil pedir que vengan aquí en esta situación. Tuvimos algunas chicas que se han interesado por nuestra vida en este tiempo, pero no es fácil porque nos quedamos bastante aisladas por la guerra y nuestra espiritualidad monástica no es conocida. Aquí la idea de una consagración religiosa va unido a la idea de servicio, de actividad pastoral, de servicio eclesial a los pobres, por lo que el descubrimiento de una consagración monástica como algo que hoy puede dar sentido, gusto, vida y belleza a la vida es algo que tenemos que ayudar a que conozcan. Nuestra casa de huéspedes está cada día más solicitada así que, poco a poco, esperamos hacer vivir esta experiencia monástica a tantas personas como sea posible.
Viven en medio de un pueblo que sufre las consecuencias de una larga guerra ¿Cuáles son los sufrimientos que el pueblo sirio enfrenta hoy y cómo apoyan ustedes a la población?
La gente sufre mucho por las consecuencias de esta guerra con momentos muy difíciles. En este momento, lo que pesa son las consecuencias de estos diez años de guerra: la destrucción de estructuras, la falta de trabajo, el éxodo de muchos sirios. Y también la situación internacional; el hecho de que Siria está en el centro de realidades geopolíticas mucho más complejas que el conflicto local, animado y creado desde fuera de Siria, si bien apoyándose en situaciones de descontento internas. Hoy, una de las cosas que más pesa es la aplicación de sanciones internacionales que no afectan a los poderosos sino a la población; falta de medicamentos, de materias primas, de comercio...
Estamos asombradas por la capacidad de soportar, la capacidad de reacción y la fuerza de vida que hemos vemos en el pueblo sirio. Por supuesto, no sé hasta cuándo, porque en este momento es casi más difícil que en los años del conflicto bélico cuando existía la esperanza de que un día terminaría. La situación de estos dos últimos años ha traído falta de esperanza; es cada vez más difícil para nuestros jóvenes esperar, porque no se ve posibilidad de trabajo, de vida segura y digna.
Lo que más impresiona es el esfuerzo de los jóvenes por mantener esperanza en el futuro…
Nuestra cercanía al pueblo es, sobre todo, una cercanía desde nuestra vocación. Hemos estado aquí con la gente, y éste ha sido nuestro primer testimonio; continuar con nuestra vida diaria de oración y trabajo. Así decíamos; ¡hay esperanza!
Hemos hecho todo lo que hemos podido por apoyar a estudiantes, enfermos, familias sin recursos, gracias a la ayuda que nos llegó de Europa y de amigos. Aun no siendo una iniciativa caritativa organizada, porque no es nuestra misión, donde pudimos también tratamos de organizar el trabajo, porque ésta es una de las cosas más dignas para la gente. Hay una cooperativa muy pequeña de mujeres en la que hacemos artesanías, tratamos de venderlas aquí pero sobre todo en el extranjero y la construcción del monasterio ha sido fuente de trabajo para muchos de nuestros vecinos.
¿Cómo viven la “fraternidad” con los musulmanes?
La fraternidad aquí entre cristianos y musulmanes es lo natural. Nosotras hemos encontrado esta coexistencia y no sólo respeto mutuo. Nosotros vivimos juntos en un respeto que nace sobre todo del hecho de vivir la vida frente a Dios, sentimos a Dios presente en la vida. Esto nos permite estar juntos, vivir juntos, una actitud que recibimos de Dios y a Dios devolvemos.
En estos años de guerra se ha fomentado la división en nombre de la religión y esto ha traído consecuencias, pero en la raíz, el pueblo sirio es un pueblo acostumbrado a vivir con diferentes religiones, etnias, culturas con gran apertura y naturalidad.
¿Qué podemos aprender de este país que sufre, además de la guerra, la pandemia que nos aflige a todos?
Diría que hemos de vivir la misión siendo ante todo misioneros de nosotros mismos. No está en contradicción con la iglesia “en salida” hacia los últimos, pero la primera misión es la misión hacia nosotros mismos. No podemos llevar nada, no podemos salir, si no hemos ido primero hacia nosotros, hacia lo más profundo de nosotros mismos, donde podemos encontrar la presencia de Dios, la presencia de Cristo que nos salva del miedo, de la muerte, de las dudas, de la incertidumbre. No es un camino fácil, pero si encontramos la presencia de Cristo en nosotros mismos, entonces sí nos convertimos en misioneros de lo que es verdaderamente importante: de una vida de amor, de un bien que está fundado en el amor que Dios tiene por nosotros en Cristo, a través de la gracia del Espíritu Santo.
En este tiempo de pandemia entender lo que Dios nos está diciendo es un “desafío también para la misión de la Iglesia”, dice el Papa en su Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2020. ¿Cuál es su desafío?
El desafío es el mismo de siempre: dar un sentido profundo a la existencia, a la vida cotidiana; un sentido de Dios y no sólo de fatalidad. Un sentido para comprender el don que se nos da cada día a pesar de las dificultades, a pesar de los sufrimientos que forman parte de la vida. Y esto nos enseña la gente aquí; nos asombra cómo viven la vida y la muerte como recibidas de Dios.
El Papa habla del sacrificio de la Cruz, es allí que se cumple la misión de Jesús y ahí está el desafío, el corazón del anuncio, de la misión. La misión es proclamar el Evangelio y el Evangelio es la proclamación de la muerte y Resurrección del Señor. ¡Esto es evangelización, esta es nuestra misión!
La situación creada por el virus puede abrirnos los ojos de no estar fundamentados en la esperanza real de que la muerte ha sido vencida para siempre. Abrir los ojos ante este miedo que invade nuestros corazones. Esta situación ha de hacernos testigos de la victoria de Cristo sobre la muerte.
Fuente: Cfr. VATICAN NEWS, Octubre 2020
Hoy, cerca de 7.000 Franciscanas Misioneras de María (FMM) de 81 nacionalidades, recorren los caminos de 76 países, a través de los cinco continentes, en más de 800 comunidades, tratando de testimoniar, a través de sus vidas, la espiritualidad y el estilo propios que transmitió su fundadora la Madre María de la Pasión al Instituto. En el espíritu de Francisco de Asís, viven su vocación en medio del mundo, con sencillez y en fraternidad, según el Evangelio, buscando la paz y el bien. Llamadas a franquear las fronteras de la cultura, de la lengua y las creencias, viven en fraternidades plurinacionales dispuestas a ir a cualquier parte del mundo para anunciar a todos la Buena Nueva del amor de Dios.
La espiritualidad específicamente misionera es la característica de este Instituto desde los comienzos. En el corazón de esta espiritualidad está la Eucaristía, a cuya celebración y adoración dedican parte de cada jornada, y María, la Madre de Jesús, con su ofrenda total al plan de Dios para que el mundo tenga vida. Las FMM viven en comunidad y buscan crear una auténtica comunión entre ellas, comunión que se convierte en comunicación de la Buena Nueva del Evangelio, en medio del pueblo al que son enviadas. Artífices de paz y de reconciliación, las FMM se esfuerzan por crear lazos de unidad en medio de religiones y pueblos diferentes y, a menudo, opuestos, y así se anclan a lo universal.
Desde siempre las hermanas han realizado la Misión Universal bajo formas múltiples: en el campo social, en la educación, en el servicio de la salud, en la pastoral, tanto a través de importantes instituciones como en inserciones en barrios y lugares alejados, con pasión, audacia, riesgo y compromiso por la justicia. Abren sus vidas a todos aquellos a quienes son enviadas, a toda la Creación, conscientes de su responsabilidad en la defensa de la Creación. Sobre cuatro pilares han constituido su misión:
Son muchos y variadísimos los testimonios misioneros de estas hermanas y entre ellos quiero señalar en estas páginas, sabiendo que también podrías ser otros igualmente representativos, Anita Pizango en Lima/Perú y el de la hermana Montse Marín que ha colaborado en la ONG Bayt al-Thaqafa, una entidad sin ánimo de lucro que trabaja con inmigrantes de origen árabe-musulmán desde 1974.
Vivencia del carisma en tiempo de pandemia
Mi nueva misión está inserta en la periferia, al sur de Lima-Perú en la Diócesis de Lurín; los pobladores viven del trabajo diario, por eso, ellos son los más afectados social y económicamente por esta pandemia, zona muy pobre y actualmente uno de los lugares con alta tasa de contagios. ¿En este contexto cómo vivir el carisma de nuestra familia de Franciscanos Misioneras de María?
Tiempo difícil, pero también de gracia, de proximidad y de encuentro, dejar ir cosas que me impiden avanzar, y abrirme a la novedad, de hacer la misión utilizando las redes sociales, en comunidad gozar de las pequeñas cosas, descubrir las cualidades y la creatividad de las hermanas, acompañar al pueblo, abrazar al mundo a través de la oración contemplativa y encarnada ocasión de crecer en la escucha empática, afectiva y solidaria. En esta difícil situación valoro la capacidad de resistencia y organización del pueblo para afrontar el hambre y el sufrimiento. Me ha tocado dar víveres y ahí he sentido que el Señor muestra su amor, su compasión, cercanía y esperanza a la gente. En este tiempo no se puede hacer muchas cosas hacia fuera, pero se puede dar la vida en lo cotidiano con alegría y generosidad por la sanación de las personas y la salvación de la humanidad.
Hermana Anita Pizango, Fmm (Lima- Perú)
Carisma, vocación y compromiso con las personas inmigrantes
Durante los últimos 6 años, la Hna. Montse Marín ha estado comprometida con una de las poblaciones más vulnerables de nuestra sociedad a través de la Fundación Bayt al-Thaqafa. El objetivo de la Fundación es facilitar la integración social y cultural de los inmigrantes árabe-musulmanes en nuestra sociedad, sin perder su propia identidad y fomentando el intercambio y el diálogo entre las distintas culturas: dispone de un programa de acogida, información, orientación y asesoramiento a inmigrantes recién llegados a España de acuerdo con la normativa de extranjería. Las difíciles situaciones sociales a las que se enfrentan las personas que llegan a nuestro territorio implican el esfuerzo y la dedicación de todos. El paso de la Hna. Montse Marín en palabras de Daniel Ibarz, director de la fundación, ha dejado una profunda huella en la asociación.
La hna. Montse Marín ha sido capaz de potenciar con su dedicación y compromiso dos programas vitales. A través del programa de acogida, ha sido la primera oreja que escucha y las primeras manos que ofrecen una cálida bienvenida. Además, ha potenciado la digitalización y adaptación tecnológica de dicho programa. Por otro lado, su dedicación al programa de mujeres, ha permitido crear un espacio de confianza para que muchas mujeres inmigrantes incrementen su autoestima y autonomía. La vinculación creada con ellas ha permitido generar un acompañamiento social cercano, estable y duradero. La Hna. Montse nos ha demostrado que una vinculación humilde y sencilla nos permite establecer vínculos desde la igualdad, la cordialidad y la calidez.
La Hna. Montse se ha dejado transformar por las personas que ha acompañado, y asimismo, nosotros nos hemos dejado transformar a través de ella.
Montse, a través de su día a día, nos ha transmitido igual que la hna Teresa Losada, que no hay un “nosotros” y un “otros”, sino que “todos somos nosotros”, que formamos parte de una misma humanidad y que nos une una relación de interdependencia más allá de cualquier diferencia étnica, cultural o religiosa. El encuentro exige compartir, salir de uno mismo, ruptura, emprender nuevos caminos, aprender del interlocutor, y ser paciente.
Gracias María de la Pasión por tu audacia tras las huellas de Jesús a la manera de Francisco de Asís y gracias a todas vosotras por vuestra vida entregada, vuestra disposición y generosidad.