Begoña Julian
TAU Fundazioa
En la crisis mundial del coronavirus, hemos visto cómo este ha afectado de manera diferencial a los países y regiones. Europa ha sido una de las más castigadas, pero también hemos observado con preocupación la extensión del virus a países menos desarrollados, con menos medios, con peores sistemas sanitarios y con una población que, aun teniendo una estructura más joven, se ve afectada en gran parte por otras enfermedades que les hace especialmente vulnerables a la nueva posible infección.
Es cierto que a día de hoy, las tasas de casos y las muertes acumuladas por COVID por millón de población en muchos países en desarrollo son menores que las de los países europeos más castigados, si bien otros están a niveles similares o superiores (Bolivia, México, Brasil, Perú…).
Pero hay que tener en cuenta también que al impacto del virus y el confinamiento en la educación, los sistemas de salud, la seguridad alimentaria y la economía, se le suman los efectos colaterales que la pandemia está teniendo en los programas de salud dirigidos a otras enfermedades como la tuberculosis, la malaria, el sida y otras, que acaban cada año con la vida de millones de personas en los países en desarrollo.
Bien porque todas las restricciones y dificultades debidas al coronavirus (desplazamiento de personas, transporte de mercancías, reuniones numerosas de gente, etc.) hacen imposible seguir desarrollando dichos programas. O bien porque los fondos para proyectos y programas dirigidos a otras enfermedades —ante la ausencia de más fondos e incluso ante la amenaza de recortes— se han tenido y tendrán que redirigir a proyectos relacionados con el COVID-19, dejando a un lado la atención a otras enfermedades.
Así, por ejemplo, la pasada primavera, después de que OMS y UNICEF advirtieron que la pandemia podría propagarse con rapidez cuando los niños y niñas se reunieran para recibir vacunas, muchos países suspendieron sus programas de vacunación. Incluso en los países que intentaron que siguieran vigentes, los vuelos que transportaban el suministro de vacunas fueron detenidos por la pandemia y los trabajadores de la salud se dedicaron a combatirla. Ahora está resurgiendo la difteria en Pakistán, Bangladés y Nepal. Hay cólera en Sudán del Sur, Camerún, Mozambique, Yemen y Bangladés. Se ha informado de la aparición de una cepa mutada del poliovirus en más de treinta países y el sarampión está aumentando a nivel global en países como Brasil, Camboya, Nigeria, Irak, Kazajistán o Nepal. Esto conlleva el riesgo que dentro de algunos meses haya una epidemia vinculada a otras enfermedades que provoque la muerte de más niños que el COVID-19.
Además, la crisis está afectando a la economía y presupuestos de los países del Norte, que suelen tener entre sus políticas de acción social la de cooperación al desarrollo. Las instituciones de diferentes niveles (gobierno central, gobiernos regionales, municipales, etc.) ya prevén recortes para diferentes áreas, y una de las que mayormente se suele ver afectada en los periodos de crisis es la de cooperación al desarrollo y acción exterior. Por tanto, es muy probable que haya menos fondos disponibles para seguir trabajando en proyectos de desarrollo (de género y empoderamiento, de salud, productivos, de derechos, de fortalecimiento de instituciones, etc.) en los países del Sur.
Como ejemplo cercano de la redirección de fondos destinados a otros proyectos de salud a acciones vinculadas a la prevención y atención al COVID, podemos relatar experiencias recientes de TAU Fundazioa.
Desde TAU, y gracias a la colaboración de la Asociación Arantzazuko Adiskideak logramos en 2020 una valiosa subvención del Ayuntamiento de Oñati para cofinanciar y ejecutar durante ese año un proyecto de prevención y atención a la enfermedad de Chagas, a través del Hospital Popular George Duez, ubicado en Sucre (Departamento de Chuquisaca, Bolivia) que gestiona uno de nuestros socios en el país, el Instituto Politécnico Tomás Katari (IPTK). Este Hospital de segundo nivel atiende a familias humildes, la mayoría de ellas de origen campesino y quechua que han migrado a la ciudad. El número aproximado de personas beneficiarias directas para este proyecto era de 500, el 60% mujeres.
La enfermedad de Chagas es una de las enfermedades tropicales desatendidas en nuestro ancho mundo, causada por un protista parásito que es transmitido por un insecto conocido como vinchuca, que abunda en las casas de barro y paja. El Chagas constituye en Bolivia una de las enfermedades endémicas más importantes. En el 2015 el índice de prevalencia era de 33% a nivel nacional, siendo las áreas más afectadas la región del Chaco, y los Departamentos de Santa Cruz, Tarija y Chuquisaca. La afección crónica suele afectar principalmente al sistema digestivo y circulatorio, y suele requerir cirugías de colon, esófago y corazón. El proyecto pretendía combatir este problema de salud pública reforzando las capacidades materiales y profesionales del Hospital. Se planteaba un programa de sensibilización, detección y prevención, así como de intervenciones quirúrgicas de marcapasos para 15 mujeres gestantes con Chagas.
Sin embargo, debido a la pandemia, mediante el Decreto Supremo nº 4196, de 17 de marzo de 2020, se declaraba en Bolivia la emergencia sanitaria nacional y cuarentena en todo el territorio del Estado Plurinacional. Y mediante el Decreto Supremo Nº 4200, de 25 de marzo, se reforzaban y fortalecían las medidas en contra del contagio y propagación del Coronavirus. Y es que en Bolivia, hay un millón de personas con más de 60 años, que es el grupo más vulnerable frente al coronavirus. La población joven —entre 15 y 59 años— es mayoritaria (50%), pero puede ser grupo transmisor del contagio.
Ante la irrupción del COVID-19, el IPTK nos trasmitió la urgencia de adaptar el Hospital George Duez a la nueva situación de emergencia y la posibilidad de redirigir los fondos del proyecto que iban a ser destinados al proyecto de atención al Chagas. Tras la consulta pertinente y aceptación del cambio por parte del Ayuntamiento de Oñati, finalmente se decidió aparcar el proyecto de Chagas y emplear los fondos en la puesta en marcha de una necesaria Unidad de aislamiento y terapia intermedia de atención a personas contagiadas por el COVID-19. Este proyecto se ha ejecutado durante el 2020 posibilitando la ampliación del equipamiento de microbiología del laboratorio del hospital, una adecuación de salas de aislamiento así como la dotación de equipamiento como oxímetros, tensiómetros, camas hospitalarias o material de bioseguridad. También se llevó a cabo una campaña de sensibilización y publicidad para dar a conocer a la población de Sucre las medidas anti COVID y la puesta en marcha de este nuevo servicio de salud.
Contando con que este trabajo de emergencia en la atención y prevención al Coronavirus va a servir para establecer mejoras en los protocolos, recursos humanos e infraestructuras de atención sanitaria en los países donde cooperamos, no debemos olvidar que más allá del coronavirus, otras necesidades y urgencias sanitarias han quedado desplazadas y en muchos casos podrían cronificarse. Todo esto, sin hablar de la injusta y poco equitativa distribución actual de las vacunas anti COVID, que trataremos de abordar en otro número de la revista.