Xabier Egañak Arantzazuko Kamarinaren horma-pinturak zaharberritu ditu
Arantzazuko Basilikan arrastoa utzi zuten azken artista bizia, eta jardunean dagoena, horman aurrean jarri da berriro, orain dela berrogeita bi urteko lanaren zaharberritze partzial bat egiteko.
Nahiz eta horma-multzoa miresgarriro kontserbatzen den, tokiko eguraldi txarra dela tea, ur-iragazketa batzuen ondorioz Arantzazuko Basilikako kontra-absideko horma konkaboetan Xabier Egañak 1978an margotutako hormetako baten pinturetan kalteak sortu ziren: barneko korridore batean, Arantzazuko Ama Birjinaren harrizko irudi txikia dagoen Kamarinera daramana.
Xabier Egaña Albizu (Areeta, 1943) joan den mendearen azken hereneko euskal artista plastiko aipagarrienetako bat da, obra plastiko itzelarekin. Euskadiko zein beste herrialde batzuetako horma-pinturan egindako lana nabarmentzen da, hala nola Puerto Ricon eta Alemanian, Mühlengo San Buenaventura elizako horma-irudiak Kultura Ondare Artistiko baitira 2008tik. 2019ko amaieran Vital Fundazioak bere lanaren atzera begirako erakusketa zabala antolatu zuen Gasteizen.
Egañak hogeita hamabost urterekin egindako Ama Birjinaren Kamarinaren horma-zikloa mugarri bat da bere ibilbidean, inflexio-puntu bat bere zeregin piktorikoan, non bere unibertso tematiko berezia, erlijioaren eta gizakiaren arteko hibridazioa, agerian uzten duen, bere estilo berezi, espresionista eta kolorista sendotuz, eta bere arte erreferenteen, Picassoren hizkuntza formaleko eta Chagall-en kolorearen erabileraren lekukotasun nabarmena utziz. Aipatzekoa da, halaber, hormako esku-hartze horrek Jorge Oteizaren berrespena izan zuela, eta Basilikaren egilekide Saenz de Oiza arkitektoak balioztatu zituela azken zirriborroak.
ArtEgaña elkartea
ARANTZAZUKO FRANTZISKOTAR KOMENTUARI BURUZ
La situación excepcional que estamos viviendo , la crisis sanitaria, emocional y económica en la que estamos inmersos, está poniendo a prueba la resistencia y la capacidad de adaptación de cada persona, cada familia y cada organización. También de las comunidades religiosas.
Por eso, tras casi 8 meses desde aquel primer confinamiento, queremos acercarnos a la comunidad franciscana de Arantzazu. El convento de Arantzazu ha sido, tradicionalmente lugar de acogida. Sin embargo, la puerta que siempre ha estado abierta para el visitante, permanece extrañamente cerrada desde marzo, para intentar proteger a una comunidad de edad avanzada. Hemos querido llamar a esa puerta para saber cómo están los frailes de Arantzazu y saber si necesitan algo. Nos ha atendido Juan Ignazio Larrea, guardián del convento.
Lo primero de todo: ¿Cómo estáis de salud? ¿Os ha afectado la Covid, directa o indirectamente?
Antes de nada, me brota el agradecimiento por el interés mostrado por esta fraternidad de Arantzazu. Somos los primeros en extrañarnos de que en casa no se ha dado ningún caso positivo en estos 8 ó 9 meses en los que nos ha tocado convivir con este virus que nos trae de cabeza a todos. Los meses de marzo hasta junio fueron meses en los que nos resultó más fácil guardarnos de los posibles contagios porque, prácticamente no salíamos de casa y tampoco nos venía gente de fuera. Fueron meses extraños: con la iglesia cerrada y la Semana Santa celebrada en una capilla interior sólo para nosotros… Todo muy raro.
A partir de junio era más fácil el contagio porque comenzó a acercarse la gente a la iglesia y a la portería. También nosotros salíamos más e incluso algunos hemos tomado alguna semana de vacación. Era preciso cumplir medidas estrictas, pero todo ha sido más normal.
El hecho ha sido que no hemos tenido ningún contagiado en casa. Solamente dos hermanos hemos tenido que cumplir una cuarentena. Uno de ellos ha sido Pello Zabala por su situación de trasplantado y otro he sido yo mismo por haber acompañado durante unas horas a un técnico que ha había venido a hacer unos arreglos en casa y que dio positivo. Él está ahora mismo en una UCI de Txagorritxu con una situación muy complicada y desde aquí, le deseo una pronta recuperación.
Esta crisis sanitaria tiene un componente emocional muy marcado. Todos nos sentimos un poco más frágiles, más vulnerables… ¿Cómo está afectando esto a vuestra comunidad? Tener menos visitas, apenas ningún contacto con el exterior, que la portería del convento esté cerrada… ¿Cómo lleváis todo eso?
Hemos vivido este tiempo con bastante normalidad. Hemos tomado nuestras medidas, pero sin excesiva preocupación. En un grupo como el nuestro, se puede comprender que para algunos las medidas no eran suficientes o no se cumplían con el debido cuidado. Para otros, sin embargo podían parecer excesivas. Hemos intentado cumplir las normas que se nos han venido de las autoridades civiles y también las que nos ha marcado el Obispado de San Sebastián para el culto de la iglesia.
Hemos procurado proteger de modo especial a los hermanos que están en la enfermería, de manera que sus visitas se atendían en la misma portería y no llegaban hasta la zona donde ellos viven. En esto, las enfermeras han sido las que han marcado el paso y, a poder ser, estos hermanos no han salido a comer fuera de casa por razón de alguna visita a quien le hubiera gustado compartir mesa con ellos.
Creo que nuestra casa tiene un buen talante de acogida y fácilmente sentamos a nuestra mesa a gente que viene a pasar unos días con nosotros o que simplemente, han coincidido a la hora de comer. Con dolor, pero esto no ha sido posible desde la proclamación de Estado de Alarma aquel 14 de marzo que todos recordamos.
¿En qué ha cambiado vuestra actividad?
Es difícil entender Arantzazu sin peregrinos. Desde el principio esta Comunidad nació con esta encomienda de atender a los devotos de la Andra Mari. Por eso, encontrar Arantzazu vacío, sin gente, sin peregrinos es algo que nos ha marcado mucho. No lo conocíamos. Nunca nos había ocurrido. Celebrar la Novena de la Virgen sin gente ha sido una experiencia desconocida. Nos hemos adaptado a ello, pero ha sido muy penoso.
Es verdad que muchas de nuestras actividades pastorales van desapareciendo por razón de la crisis religiosa que estamos padeciendo y porque todos nos estamos haciendo mayores; pero qué duda cabe que este confinamiento prolongado está siendo una fuerte prueba para nosotros y para nuestras comunidades cristianas que esperemos salgan fortalecidas.
Se habla poco de estas cosas, pero ¿cuáles son los principales gastos de la comunidad de Arantzazu? ¿Y sus vías de financiación?
Nunca hemos hablado de las necesidades económicas del Santuario, pero no por eso es menos importante. Algo que se puede ver desde fuera y que la gente se pregunta mucho es lo que tiene que costar el mantenimiento de un edificio tan grande. Y es verdad. Los gastos de mantenimiento son uno de los sangrados más fuerte de esta casa. Las necesidades, las averías, visitan la casa diariamente desde el tejado hasta los sótanos más bajos. A veces son las goteras del tejado, otras son los problemas de la calefacción o la reforma de un ascensor o la averías en la fosa séptica. O simplemente, las facturas de la luz o del combustible que se gasta antes de lo uno desearía. Eso que todos lo conocemos en nuestras casas, aún cuando sean de 80 metros cuadrados. Hasta no hace mucho tiempo, muchos de los arreglos de la casa estaban a cargo de hermanos no sacerdotes que se encargaban de estos quehaceres y abarataban muchísimo los gastos del mantenimiento. Ahora dependemos, cada vez más, de un personal de fuera.
Lo mismo que hablamos de un personal de mantenimiento del edificio material, hablamos de un personal que realiza los trabajos del cuidado de los hermanos mayores o que se encargan de la limpieza de la casa o de las labores de la cocina. Éste trabajo es, quizá, más costoso que el mantenimiento exterior. Son 7 las personas que realizan estas labores de todos los días y a ellas les estamos muy agradecidos por lo bien que realizan sus trabajos.
Es cierto que son muchos los negocios que se han visto muy afectados por la situación provocada por esta enfermedad de pandemia. También nosotros lo hemos notado fuertemente. Las colectas de la iglesia, las limosnas de los peregrinos que en Arantzazu han sido siempre una fuente de ingreso importante para la subsistencia de la Comunidad, han descendido mucho por la falta de gente. Las Tandas de Ejercicios que estaban programas para este verano que siempre aportaban algo para la economía del Santuario, se han suprimido por miedo a posibles contagios dentro de los grupos. No nos arrepentimos de aquella decisión que tomamos en el mes de junio. Creo que lo hicimos bien, pero ha sido una decisión muy dolorosa porque había muchos grupos que tenían actividades programas para este año. Sí, esta enfermedad generalizada que estamos padeciendo todos, nos ha afectado a muchos niveles y uno importante es el económico.
Esta misma revista ha sido a lo largo de los años una ayuda económica para el Santuario. Nos esforzamos en sacarla lo más digna que podemos, pero las suscripciones están bajando día a día. No son muchos años en los que se contaban con 18.000 suscriptores, hoy estamos en los 5.000. Dígase lo mismo de los calendarios que se publican todos los años: el taco del Egutegia que siempre ha estado presente en las cocinas de nuestras casas. Lo modernizamos, lo ponemos al día pero su descenso es inevitable.
La editorial de los libros que, año tras año, se han publicado en esta fraternidad ha sido también una aportación humilde pero valiosa. Hoy se publican también libros atendiendo a la sensibilidad actual. Se editan en tamaños pequeños, más manejables, con temas de interés, pero no acertamos a venderlos. Son tantas las publicaciones que se editan que es difícil encontrar un sitio en el mercado.
La hospedería, la tienda, el caserío de Gomistegi han sido, durante años, una importante fuente de ingresos en la economía de casa cuando éramos 100 ó 150 frailes. Gracias a todas estas pequeñas fuentes de ingresos se ha podido hacer frente a los gastos de la basílica y también de esta casa grande. Trabajando mucho y gastando poco.
Los servicios pastorales también aportaban al conjunto: las predicaciones por los pueblos, las tandas de Ejercicios, los grupos a los que se atendía semanalmente… todo sumaba al conjunto.
Los últimos años las pensiones de jubilación han sido un ingreso importante. No son elevadas. Se mueven entre los 600 ó 700€, pero, naturalmente, sin ellas no podríamos subsistir.
Sí, es verdad. Cada día nos cuesta más mantener viva la economía de casa y este año terminaremos el ejercicio económico en números rojos.
¿Cómo están otras comunidades franciscanas cercanas a vosotros?
Me preguntas sobre la situación de las hermanas clarisas más cercanas como pueden ser las dos Comunidades de Oñati: la de Bidaurreta y la de Santa Ana. O un poco más lejos: las de Salvatierra. Éstas, que yo sepa, tampoco han sufrido ningún contagio. Lo tienen más fácil que nosotros porque ellas están “confinadas por vocación” y la situación de la pandemia no les ha cambiado mucho la vida. Seguro que ellas son más cumplidoras de los normas que nosotros.
Tampoco sé de cómo les ha podido afectar económicamente esta pandemia, pero seguro que les habrá afectado y si me preguntas cuál sería una forma de ayudarles, ésta podría ser puede ser consumiendo los productos que preparan para la Navidad. Pero, claro, esto sólo sería para las de Salvatierra… Es una posibilidad.
Si quieres colaborar con el Santuario de Arantzazu:
Arantzazuko Santutegia lagundu nahi baduzu:
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ES69 2095 5057 4110 6000 7845
(Arantzazuko Santutegia)