Jose Ramon Beloki
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Mariano Errasti
Memorias y cartas de un fraile indiano
EFA, 2020
ISBN: 978-84-7240-327-7
Como ocurre a menudo en la vida, incluso con personas y hechos muy próximos a uno mismo, yo no tenía conocimiento alguno de Mariano Errasti, hasta que José Mari Arregi puso en mis manos su último libro: Memorias y cartas de un fraile indiano. A los lectores y lectoras de esta sección a quienes les ocurre lo que a mí, que no conocen a Mariano Errasti, va dirigido principalmente este comentario. En él intento recoger una breve semblanza del autor, hacer algunos comentarios de la obra citada, y, sobre todo, recomendar la lectura del mismo.
Memorias y cartas de un fraile indiano arranca con una introducción en la que Paulo Agirrebaltzategi ofrece al lector una amplia reseña de la vida, andanzas y obra literaria de Mariano Errasti. Nació hace 94 años en el caserío 'Induspe Beheko' de Aramaio. Inició sus estudios y su carre'ra de fraile franciscano, “por no se sabe qué entresijos”, en Arantzazu, a la edad de 10 años. Finalizados los mismos, fue destinado al Caribe: primero a Cuba, luego a la Republica Dominicana y a Puerto Rico. Tras 65 años, apenas interrumpidos, por aquellas tierras, ha vuelto “a casa”, a modo de “fraile indiano”, para vivir lo que él mismo califica de “la última andadura del hombre”.
En la introducción encontrará el lector más detalles sobre vida y obras de Mariano Errasti, así como una primera aproximación a algunos de los “rasgos significativos”, que Agirrebaltzategi cree atisbar en ellas.
La lectura de Memorias y cartas de un fraile indiano le ofrece, en todo caso, al lector la posibilidad de contrastar algunas de las reflexiones de Agirrebaltzategi y, a la par, profundizar en el conocimiento de la personalidad, humana, religiosa y literaria, de Mariano Errasti. Me atrevería a decir, en efecto, que el libro constituye, si algo, un relato autobiográfico del autor, si bien “no al uso”, como respondió el autor a Agirrebaltzategi cuando este le preguntó si disponía de algún escrito autobiográfico.
Basta leer las notas introductorias del propio autor sobre “la condición del autor de este libro y sobre el modo en que lo ha compuesto,” u observar con alguna atención los trabajos que el autor ha seleccionado y el modo en el que los ha ordenado a lo largo de las 278 páginas del libro para concluir que lo que Mariano Errasti ha querido ofrecernos en él es justamente una biografía de sí mismo. Una autobiografía que no presta demasiada atención a la recogida y observación de fechas y datos, pero que trata de bucear en el fondo, mejor quizás, en el trasfondo personal de los mismos. Una autobiografía llena de testimonios del alma que ha latido en la vida entera del autor, si se me permite expresarme en esos términos. Una autobiografía que, valiéndome de expresiones del propio autor, atiende a “la pulpa viva que late todavía en las entrañas, ahora que la soledad me monda la cáscara de las apariencias” y “el tinglado de los años deslumbrantes se derrumba en una mansa catástrofe”.
Es una autobiografía que a mí personalmente me ha resultado apasionante, tanto por su enfoque como por los contenidos que recoge, como, no menos, por la calidad literaria con la que plasma todo ello. Apasionante tanto cuando revive, con notable agudeza y gracia, sus primeros años de vida: su Aramaio; su nacimiento: “como fue y no fue” el mismo; su ingreso en el colegio de Arantzazu, “la decisión más importante de mi vida sin saber a qué me decidía”; cuando se hace eco de momentos variados de su madurez vividos “bajo el sol del Caribe” relacionados muy especialmente con historias franciscanas de aquellos lares; cuando ofrece al lector reflexiones variadas, siempre agudas, sobre distintos extremos personales y sociales ; cuando, como hace en los dos últimos capítulos del libro, llegado ya a la vejez, y percibiéndose a sí mismo “en las fronteras del otro mundo” reflexiona sobre los “altibajos de la vejez”; o cuando aborda de frente lo que denomina “la última andadura del hombre”, hablando sin rodeos bien sea de la “enfermedad final”, de la “partida asegurada” u ofreciendo “letrillas para un funeral”.
El libro está confeccionado, formalmente hablando, con retales y géneros literarios diversos: miniensayos, reportajes, poesías,... Aborda temas muy diversos. Y recoge escritos producidos en momentos muy distintos de su vida. Pero ello no le resta ni consistencia ni unidad. Me atrevo a decir que conserva la unidad y continuidad de fondo de un autor que confecciona el mismo desde “la memoria y el corazón del anciano que durante su larga vida ha almacenado en ellos no sólo datos y fechas, sino también criterios para valorar conceptos y matizar el sentido y el alcance de muchas creencias y afirmaciones en forma distinta”. Y a esta “unidad” de contenidos debe añadírsele, además, la consistencia y el buen hacer literarios que muestra el autor en todas y cada una de las páginas del libro, sea cual sea el tema o el género desde el que aborde el mismo. Buen hacer, que, de seguro, atraerá al lector, suscitará su curiosidad y provocará su interés. Da igual que haga el elogio de la lixiba, exalte al burro Malaquias, converse con el campesino Quique Cruz de Puerto Rico, o cante las paradojas del Nazareno, en prosa o en verso: El placer literario está garantizado para el lector en todo momento.
Animo, pues, al lector de Arantzazu a la lectura del libro. Es muy posible, incluso, que se sienta, en no pocas ocasiones, muy próximo al autor en sus vivencias y reflexiones. Especialmente si es creyente y amante de reflexiones hechas desde ese enfoque. A nadie, en todo caso, le ha de pesar su lectura. Eso es, cuando menos, lo que me ha ocurrido a mí.
P.D.: Por generosidad de un amigo he leído recientemente también otra biografía, en este caso traducida al euskara, tan distinta y tan parecida a ésta, de otro “fraile”, en este caso oinatiarra, que, mientras lo fue, desarrolló su labor pastoral así mismo por las islas del Caribe y que murió hace un par de años en Santo Domingo: Gau erdian de Javier Arzuaga. Apasionante así mismo. (Alguien debiera publicarlo). Esta coincidencia de lecturas me ha llevado, para finalizar, a una reflexión: ¿Qué historias, protagonizadas por tantos y tantos frailes de Arantzazu, tan próximos a nosotros, a quienes su vida ha llevado a los cuatro confines del mundo, no nos estaremos perdiendo porque nadie las escribió? Eso también es Arantzazu.