Txetxu Ausín
Nada hay más sano, más liberador y más inteligente que el sentido del humor. Lo relacionamos con la jovialidad, la alegría y la agudeza, y se asocia también a la buena disposición para hacer algo. Así decimos ¡qué buen humor tiene!
El humor se define como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Es la capacidad para ver o hacer ver el lado risueño o irónico de las cosas, incluso en circunstancias adversas.
Y aunque depende mucho del contexto, de la lengua y de factores culturales, siempre encierra un factor de sorpresa y de ruptura con alguna suerte de tabú (lo que se llama principio de la incongruencia).
Hay humor blanco y humor negro, humor fino y humor chocarrero, hay ironía y escatología, hay humor absurdo y humor satírico. Gustará uno más que otro, provocará mayor o menor hilaridad o hasta irritación, podrá picar y escocer, pero en ningún caso mata.
El humor es una expresión de la tolerancia que, como decía Voltaire, no ha provocado jamás una guerra civil mientras que la intolerancia ha cubierto la tierra de matanzas. El humor supone una actitud comprensiva y benévola ante las mezquindades, dificultades y errores de la humanidad.
Por ello el humor resulta insoportable para los dogmáticos, los intolerantes y los estúpidos, porque ridiculiza su soberbia y su autoritarismo.
Para los dogmáticos, el humor es un invento diabólico porque promueve el necesario escepticismo que está en la base de toda reflexión y crítica social. El humor expresa una catarsis y ha jugado un papel de revulsivo desde la antigüedad clásica hasta nuestros días, desde Cervantes a Woody Allen, de Jonathan Swift a Ramón Gómez de la Serna, del Lazarillo de Tormes a Los Simpson, de La Codorniz (la revista más audaz para el lector más inteligente) a El Jueves (la revista que sale los miércoles y se cierra los viernes), de Jardiel Poncela a Rafael Azcona.
Para los fanáticos el humor es intolerable porque ataca su engreimiento y seguridad. El humor conecta con el sano ejercicio de la autocrítica, de no tomarse demasiado en serio ni a uno mismo ni a nada. El humor consiste en tratar con ligereza las cosas graves y gravemente las cosas ligeras. Hace falta humor para enfrentar las tragedias de la vida y, en última instancia, la muerte.
Al obtuso y al estúpido les irrita el humor porque no son capaces, en su cerrazón y anteojeras, de aceptar y comprender la sutileza, la ironía o la mordacidad. El verdadero cogito cartesiano es el “pienso, luego río” ya que la duda, el cuestionamiento y la reflexión sobre todo lo supuesto están en la base de humor. Así, el humor es un signo de inteligencia y madurez, tanto de las personas como de las sociedades.
Además, el humor tiene indudables efectos positivos sobre la salud, ya que está comprobado que aumenta nuestras defensas, aporta vitalidad e incrementa la actividad cerebral. Incluso la risa activa músculos de nuestro cuerpo que no estaban en funcionamiento. Por no hablar de su enorme impacto sobre la salud mental en términos, evidentes, de mitigación de la tristeza, del estrés o de la ansiedad. En este sentido, Freud defendió que el chiste era una forma en la emergía de una manera desfigurada lo inconsciente.
Una de las grandezas de las sociedades abiertas y tolerantes es la posibilidad de criticar y burlarse de todas las ideas, en cualquier orden, filosófico, religioso, político, cultural, económico… Son las personas las que tienen derechos, las que han de ser respetadas, las que pueden manifestar y sostener las creencias que quieran, por extrañas que nos parezcan. Pero todas las ideas, del tipo que sean, están sometidas a la crítica, al escrutinio y también a la chanza, sin ninguna especial consideración.
Persistir en la libertad de expresión como marco para cultivar públicamente el humor es una obligación cívica frente a sus enemigos dogmáticos, intolerantes y estúpidos.
Esto pensaba el profesor Samuel Paty cuando mostró hace unas semanas las caricaturas de Mahoma a sus estudiantes y fue posteriormente asesinado por ello.
Sirvan estas líneas de modesto homenaje a un modesto profesor que quería explicar a sus estudiantes el sentido de la libertad de expresión a través del sentido del humor que ayuda, sin duda, a abordar el sentido de la vida.
Reír por no llorar. Humor para tiempos de pandemia.
Despidamos esta columna con una sonrisa, siguiendo la invitación provocadora y humorística de los Monty Python y mirando siempre el lado brillante y luminoso de la vida: https://www.youtube.com/watch?v=HFSAffL-nHU