Aitor Sorreluz
Ha llegado el verano y parece que también la normalidad: calles y terrazas, bares y restaurantes, malecones y playas... Sol y buen tiempo. Mirando para atrás muchos intelectuales y estudios tratan de analizar el confinamiento como si de un gran laboratorio social y económico se tratara. Algunos políticos miran esperanzados al futuro mediante la construcción de una suerte de laboratorio de ideas que permita anticiparnos a él. Se habla de laboratorios de filosofía e incluso de teología. En estos tiempos que se pide tanto a la ciencia, pretendemos convertir todo en laboratorio de lo que sea, pero laboratorio.
Fijaros en cualquier lámpara de vuestra casa y la cantidad de trasformaciones que ha sufrido el entorno para que una vez pulsado el interruptor se haga la luz: transformar e intervenir en el paisaje mediante la construcciones de centrales del tipo que sea para transformar la energía del viento, del agua o del sol en electricidad. Tapizamos el paisaje de cables y postes de alta tensión para que la electricidad llegue a nuestras casas. Interiorizamos normas y estándares para poder usar la electricidad de forma segura...
Muchos filósofos de la ciencia afirman que la ciencia funciona porque se han extendido las redes del laboratorio a la sociedad; sostienen, provocativamente, que la ciencia ha laboratorizado el mundo: la ciencia y la tecnología transforman el mundo para crear condiciones que hagan posible que, por ejemplo, una lámpara dé luz. La ciencia progresa, desde esta perspectiva, en la medida en que es capaz de transformar el mundo.
Seamos ambiciosos y luchemos por un mundo mejor, un mundo en el que prime el amor. Trabajemos por ese propósito global, pero sin pasarnos, sin jugar a ser dioses. ¿Cómo? Fácil: creando condiciones para que la bondad no sea mal vista y considerada como peligrosa. Al igual que la ciencia laboratoriza el mundo para que funcione, hagamos que la ética humanice el mundo y cree condiciones para que la maldad cese. Para ello, no tratemos de buscar personas buenas, no nos perdamos buscando al prójimo, sino que a través de nuestras acciones, seamos prójimo, buenas personas. Compasión responsiva. El reino de Dios en la Tierra.
Laudato Si revolution! Humanización del mundo a través de pequeñas acciones concretas que lo transformen... Porque sí, porque “hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos”.