Imanol Querejeta, Jefe del servicio de psiquiatría del Hospital Donostia
¿Quién es Imanol Querejeta?
Imanol es médico, padre, abuelo... Soy un psiquiatra que trabaja en el Hospital Donostia. Hice la especialidad de psiquiatría ahora hará unos 40 años. Soy jefe del servicio de psiquiatría del hospital y profesor asociado en la universidad. Tengo 67 años. Veo ya el final.
Nací en Caracas, y vine aquí al os 16. Me presento como donostiarra.
¿Para qué sirve un psiquiatra?
Un psiquiatra es un médico con una especialidad y unas herramientas de trabajo. Hablamos y escuchamos y utilizamos unas técnicas que nos ayudan a recabar información. Hay gente que va al psiquiatra únicamente a hablar (ocurre frecuentemente en el sector privado). Le dices al paciente que ya está bien, y te contesta que salen de la consulta mejor de lo que entran; un paciente me dijo que la consulta era como una revalida de su salud mental.
Manejamos un tipo de técnicas que lo que hacen es tratar enfermedades psiquiátricas y conflictos intrapsíquicos que están influyendo en el funcionamiento de una persona.
¿Y, para qué sirve un político? (lo pregunto porque también has sido senador...)
Hay políticos que personalmente no sé para qué sirven, pero hay otros que sí. Los políticos están para tomar decisiones en el ámbito de lo público y orientados a resolver los problemas de la ciudadanía estableciendo un orden de prioridades y manejando muchísimo presupuesto. Deberían estar para eso. No es en todas partes igual, pero yo conozco a muchos, y lo hacen francamente bien.
¿Antes de la pandemia era la nuestra una sociedad enferma?
Yo creo que esta sociedad se está enfermando por el estilo de vida que llevamos. La pandemia no facilita las cosas. Es un modelo de sociedad cada vez más anónimo, con cada vez menos contacto personal (ahora con la mascarilla no podemos ya ni ver las facciones). Todo esto genera un estado psicológico llamado estrés que se relaciona con un aumento de enfermedades psiquiátricas (no únicamente depresión, sino algunos datos de psicosis, evolución de esquizofrenias que se agravan).
El estrés significa que una persona se siente incapaz de dar respuesta a los requerimientos del entorno: está desbordada por la situación, tiene tantos frentes sin resolver que ya no puede ni pensar. Se le empiezan a olvidar cosas, se manifiesta irritable, deja de ser competente. Es un término importado de la resistencia de materiales. Cuando sometes a un material a más peso del que puede soportar, se colapsa y se rompe. Con las persona ocurre lo mismo. Nuestra capacidad de trabajo depende de las situaciones y del entorno. Hay veces en las que aguantamos, y otras no. El estrés tienen que ver también con esta variabilidad, ya que nos distrae de nuestras tareas y nos generan tensión y así se van acumulando las tareas sin resolver.
Para eso es bueno saber cuándo hay que para y cuándo hay que delegar.
Hoy en día casi todos tenemos una sobrecarga de actividades y a todos se nos exige mucho. Estar ahí, en la lucha por ganar la medalla, tiene un precio.
Dicen que el trabajador de hoy en día se auto-aliena...
Curiosamente la gente que se auto-aliena suelen ser los mejores: personas responsables a los que les resulta impensable tener que dejar el trabajo por alguna razón.
En esta pandemia la fiebre es un indicador objetivo que hace saltar las alarmas. ¿Puede ser la ansiedad un indicador de que algo no va bien respecto de nuestra salud mental?
La ansiedad es absolutamente necesaria en la vida. Tanto el estrés como la ansiedad tienen niveles adecuados que nos ayudan a anticiparnos a determinadas situaciones. el problema de la ansiedad es cuando es tan anticipatoria que dejas de ver lo que tienes delante y empiezas a tratar de resolver situaciones que nunca has tenido.
Borges decía que se pasó el 85% de su vida tratando de poner solución a problemas que nunca tuvo, el 10% lamentándose de errores que no tenían ya solución. Es el problema de los 'y síes...'. A eso se le llama distorsión de la información. Los problemas se resuelven cuando los tienes delante. Los problemas de la vida son como los de los exámenes: primero tenemos que leer el enunciado, organizarnos para poder responder.
Los problemas siempre tienen solución. Lo que no tiene solución no es un problema, es otra cosa.
Los problemas tienen solución si nos permitimos leer el enunciado. Y los enunciados tienen casi siempre más de un abordaje. Ser ansiosos nos pone en guardia, nos prepara... Lo que no puede ser es que la ansiedad nos anticipe exageradamente al futuro. Eso genera más ansiedad, porque acabamos no resolviendo nada. Y aún resolviéndolo con tal grado de ansiedad, no prestamos atención a cómo lo hemos resuelto.
Prestar atención es importante, porque eso nos permite mejorar, ver en qué hemos fallado, porque no somos perfectos.
Precisamente porque no somos perfectos es importante preguntar.
Delegar y preguntar es cosa de cobardes, dicen...
Para mí es síntoma de fortaleza: reconocer cuáles son nuestra carencias en un momento dado de nuestra vida. Creo que es importante señalar que cada uno de nosotros tenemos un arma importantísima: podemos decidir. si lo hacemos bien, fantástico, y si no lo hacemos bien, es importante ser auto-crítico y preguntarse qué hay que hacer para que esa decisión se mejore.
Volviendo a la ansiedad, ésta es necesaria, en niveles controlables. Cuando se nos desmadra, gastamos tiempo y energía en cosas que luego no se dan.
Has hablado de parar y preguntar...
Y reflexionar. Tenemos un cerebro que no tienen nadie en la creación. Hay veces que nos olvidamos y lo utilizamos únicamente para jugar en contra: en tratar de solucionar situaciones que no se pueden resolver.
Pero, ¿por qué esa actitud ante los problemas?
Tratamos de solucionar los problemas controlándolos. Pero sólo nos preocupamos del producto final. Eso es lo que queremos controlar: el futuro. Solo podemos controlar lo que nos ocurre ahora, el camino, el proceso... Eso nos permite ir aprendiendo, mejorar...
¿Cómo se gestionan las emociones?
Una de las cosas que hace a la psiquiatría una disciplina apasionante es que trata de tratar lo que no se ve. Si te has roto un hueso, un traumatólogo lo ve en la placa. Pero si estás deprimido... ¿Dónde se ve eso en una resonancia? ¿Cómo medir la cantidad de depresión, por ejemplo? Por eso en psiquiatría hay que trabajar mucho con la esperanza en el paciente. Mucha gente se desespera.
Nuestra vida está regida por una secuencia: pensamiento, emoción conducta. Tengo que hacer algo y lo primero que tengo es una representación, una idea, de lo que tengo que hacer. En función de la magnitud, en función de cómo lo vea, esa representación provocará en mí una emoción. Es en función de esa emoción como me comportaré de una manera o de otra.
¿Cómo le dices a una persona que esa representación de las cosas puede cambiar?
Normalmente eso es algo automático, tenemos maneras automáticas de situarnos en el mundo. Pero eso se puede transformar. Podemos vivir en armonía con nuestras cualidades. Queremos ser como la gente de éxito, y no nos damos cuenta de que hay gente alrededor nuestro que se muere de ganas de conocernos tal cual somos. Pero como tratamos de disfrazarnos de personas de éxito...
Nacemos con una estructura que nos permite reaccionar de una determinada manera, eso es el temperamento; y el carácter es el temperamento con el aporte de la experiencia, la educación... Trabajamos el carácter.
¿Podemos, por lo tanto, crear nuevos automatismos para responder a las situaciones de un modo alternativo?
Sí. Es cuestión de trabajar esas habilidades, siempre en armonía con lo que somos y con nuestras cualidades. Nacemos con unas cualidades que podemos explotar y desarrollar hasta límites inimaginables. Todos tenemos un papel que jugar en el mundo. No sabemos el impacto que pueden tener nuestras acciones en los demás.
Un ejemplo concreto para entender esto que los expertos llamamos reestructuración cognitiva: imaginemos que somos super-responsables y obsesivos, y a veces nos da miedo entregar los trabajos que ya hemos terminado aún cinco días antes. Si se lo mando al jefe ¿qué va a decir? Pues que genial, porque si está mal, tenemos cinco días para corregirlo.
Ser conscientes de lo que nos pasa y buscar el remedio.
“Inguruko eskakizunei erantzuteko gauza ez izateak sortzen du estresa. Ahal duena baino gehiago eskatzen zaionean, pertsona hautsi egiten da. Ez daukagu beti lanerako gaitasun bera. Horregatik jakin behar dugu noiz geratu edo noiz delegatu. Gaur, ia denoi eskatzen zaigu asko eta ia denok daukagu gauza gehitxo gainean"
Ser conscientes de lo que nos pasa, pero ¿no es verdad que hemos perdido el vocabulario para nombrar eso que sentimos?
Esto tiene un por qué. Como ya no hablamos y nos comunicamos a través del whatsapp y abreviamos las palabras y... ya no estamos.
La mascarilla es ahora necesaria, pero es una pérdida de información importantísima. La cantidad de cosas que se pueden decir con una palmadita en la espalda, sin mediar palabra: no estás solo, estoy contigo, intuyo lo que te pasa, tranquilo, aquí me tienes. La distancia social de esta pandemia nos está aislando cada vez un poquito más.
La tecnología, sin embargo, nos ha adelantado por la derecha, y en vez de usarla a nuestro servicio, nos está dominando.
La cantidad de gente que va por la calle con los auriculares puestos oyendo música. Con ese gesto se dicen muchas cosas: no me interesa nada de lo que pasa a mi alrededor, y no me vengáis a molestar; si vamos con los oídos tapados el riesgo de no oír algo que puede suponer un riesgo es muy elevado; la probabilidad de oír a alguien que nos esté pidiendo ayuda es muy baja.
Herramientas diseñadas para comunicarnos mejor nos están aislando cada vez más.
¿Puede ser que este coronavirus haya metido el dedo en la llaga y haya puesto a relucir todas nuestra carencias?
Nos ha puesto en modo no poder desarrollar nada. No poder ver a nuestros muertos para poder hacer el duelo en condiciones, No poder visitar a nuestros mayores y de hacerlo sin ningún tipo de contacto. Todo eso hasta hace bien poco. Esta pandemia ha impuesto una ley marcial de no-comunicación.
¿El miedo ha sido un mal consejero?
Efectivamente, hay que ser rigurosos con las medidas. Nadie está libre de este germen, la capacidad de contagio que tiene es increíble, pero disminuye si somos rigurosos en el mantenimiento de la distancia, en el lavado de las manos, en el uso de la mascarilla...
Me da la sensación de que hemos perdido la perspectiva en este sentido: tenemos responsabilidad respecto del otro. Es una cuestión de conciencia colectiva: ¿yo qué puedo aportar en todo esto?
En otro orden de cosas, ¿cuál es la diferencia entre un psicólogo y un psiquiatra?
Un psiquiatra es médico. Así de claro, no hay mucho más. Y el psicólogo no. esto es importante porque el psiquiatra es capaz de diagnosticar enfermedades orgánicas que cursan con síntomas emocionales. Por ejemplo intoxicaciones por determinadas sustancias de ciertos medicamentos pueden producir alteraciones en el comportamiento, lo mismo que un traumatismo craneoencefálico...
De las enfermedades psiquiátricas, generalmente, no se muere nadie, pero de enfermedades orgánicas si. Es por eso que es importante un diagnóstico correcto.
En cuanto a los tratamientos, influye la personalidad de quien los prescribe, en el sentido de que lo que cura, aparte de la técnica, es también la relación que estableces con el enfermo, los vínculos, la claridad en las explicaciones.
¿Somos sólo química?
No, no somos sólo química, pero lo cierto es que en el cerebro lo que funcionan son los neurotransmisores, las corrientes eléctricas...Sólo no, somos también otras cosas, pero las emociones tienen una explicación dentro de nuestro sistema nervioso central porque se activan zonas producto de reacciones químicas que no se ven.
El cerebro es capaz de recuperar funciones que ha perdido si lo estimulamos de un modo adecuado. El cerebro recibe muy bien todo lo que le damos de bueno y aprende a desarrollar habilidades con un entrenamiento adecuado. Es química y algo más.
A raíz de la muerte de Juan Mari Torrealdai has salido en los medios como autor de estudios que vinculan la psiquiatría con la oncología. ¿Episodios traumáticos pueden generar cánceres?
El estrés que uno puede sufrir en entornos cerrados ante personas con una capacidad terrible de hacerte daño (y con la intención de hacértelo) es impresionante. Te sientes absolutamente desamparado y que en cualquier momento puedes morir. O situaciones traumáticas en accidentes donde uno se ve morir sin que nadie le auxilie.
Esas situaciones límite producen una respuesta del organismo que genera dos tipos de hormonas: el cortisol y la adrenalina. Cuando los niveles se disparan o se mantienen sostenidos en el tiempo, el cuerpo lo paga. El exceso de cortisol produce, entre muchas cosas, una afectación en el sistema auto-inmune... El estrés post-traumático hace que algo quede ahí grabado que hace que uno rememore la situación durante mucho tiempo, sin haber estímulo. Pequeñas situaciones cotidianas nos pueden hacer vivir continuamente episodios traumáticos del pasado y estar continuamente aterrados, y reaccionar de la misma manera: cortisol y adrenalina. Es el modo de funcionar automático que tiene nuestro cuerpo.
Está de moda, está bien visto la salud corporal. ¿Algunas pautas para estar mentalmente saludables?
Hay que darle de trabajar al cerebro y no privarle de cosas que le gusten (y que no hagan daño a los demás). El trabajar cosas como la memoria mediante la lectura y ejercicios determinados. Dialogar, porque activa nuestra memoria y nuestra capacidad de concentración. Oxigenar nuestro cerebro, pero sin pasarnos, en la medida en que es insano vivir obsesionadamente pendientes de nuestra salud (sea corporal o mental).
Las actividades placenteras tienen una función protectora contra el estrés. No conviertas una actividad placentera en un castigo.
¿Hay que estar loco para ser creyente?
No. Cualquier persona tiene derecho a creer en lo que quiera. Tener una creencia en algo no significa que estemos locos. En lo que creamos dependerá de nuestra biografía, de nuestras historias previas... Creer en aquello en lo que tenemos fe, creer en aquello que nos saca lo mejor de nosotros y que nos ayuda a entender el mundo, a vivir mejor y a ser mejores personas... No hay que estar loco, hay que ser honesto, e igual hoy en día hay que estar loco para poder ser honesto...
La locura es ir contracorriente, opinar, decir lo que se piensa. Eso nos convierte en personajes incómodos.
¿Se puede decir, desde la psiquiatría, que estamos dotados de capacidad de espiritualidad?
Sí. Sin duda. Tenemos algo que activa nuestro cerebro y lo orienta hacia algo que nos hace sentir bien, hacia una actividad que tanto uno mismo como el entorno la valora positivamente... La persona religiosa enuncia los problemas que se le plantean en la vida desde esa óptica.
¿Qué significa Arantzazu para Imanol?
Arantzazu es la patrona de este sitio en el que vivimos, Gipuzkoa, y es un sitio maravilloso. Lo percibo también como un centro donde los intelectuales de la época forjaron un núcleo de resistencia. Lo que se construyó, cómo se pelearon con las obras que se hicieron, que fueron el germen de muchas cosas buenas. Para mí Arantzazu es un reflejo de cómo somos la gente de aquí: emprendedores, trabajadores, gente con valores...
Es un sitio al que me gusta ir con bastante frecuencia. Ocurre que cada vez tengo más edad y me cuesta moverme cada vez más. Da pereza subir hasta allí arriba...
Me acuerdo que una de las veces que subí, era sábado. La Real subía si le ganaba al Celta. En la última rotonda de Oñati iba un tipo con la camiseta de la real y un ramo de flores. Seguro que iba Arantzazu a cumplir la promesa que hizo. En pleno siglo XXI, esto es Gipuzkoa.
Eskerrik asko!