70 aniversario de la colocación de la primera piedra de la Basílica de Arantzazu
LOS FRANCISCANOS
Pablo Lete (Eskoriatza, 1902 – Hamilton-Bermudas, 1952), elegido Ministro Provincial el 12 de agosto de 1949, fue quien se encargó de activar la construcción de la nueva Basílica. En primer lugar, refundó la Comisión pro nueva Basílica de Arantzazu, cuya misión consistía en dar un nuevo impulso para la construcción de un nuevo templo, asentado sobre la base del ábside paralizada en 1929 por falta de financiación.
En segundo lugar, Pablo Lete decide convocar un concurso de Anteproyectos al que pudieran concurrir todos los arquitectos españoles colegiados. Para ello, contó con el asesoramiento del Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro y obtuvo la implicación del Gobernador Civil de Gipuzkoa, Barón de Benasque, quien se mostró dispuesto a financiar dicho concurso.
Sin embargo, Pablo Lete no pudo ver culminada su tarea dado que el 6 de diciembre de 1952 falleció en accidente de aviación en el triángulo de las Bermudas mientras se dirigía a Cuba con el fin de recaudar fondos para la construcción de la Basílica. La noticia de la trágica muerte del Pablo Lete y de su Secretario, José L. Lizarralde, causó en la Provincia una “impresión desoladora”. Una crónica anónima de la época recogió este suceso como: “la nave de Cantabria ha perdido su piloto”. Tras su fallecimiento, fue Pedro Aranguren, Guardián del Santuario de Arantzazu, el encargado de llevar a buen puerto el mayúsculo reto que suponía la construcción. Junto con la visión de Pablo Lete y Pedro Aranguren, el proyecto pudo hacerse realidad gracias al empuje del resto de integrantes de la comunidad franciscana.
LOS ARQUITECTOS
El 13 de abril de 1950 se publicaron las bases del Concurso de Anteproyectos para la nueva Basílica de Arantzazu. En total, solicitaron las bases del Concurso 40 equipos de arquitectos de los que 14 presentaron su anteproyecto. El jurado calificador estuvo formado por: el Presidente de la Diputación de Gipuzkoa, Avelino Elorriaga, el Provincial Pablo Lete, el alcalde de Oñati Vicente Ugarte, el arquitecto provincial José María Muñoz Baroja, el arquitecto Jesús Rafael Basterrechea (Decano presidente del Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro), el arquitecto Secundino Zuazo Ugalde (designado por los arquitectos presentados al concurso) y el arquitecto José María Sainz Aguirre. El 19 de agosto de 1950 el jurado otorgó el primer premio del concurso al anteproyecto presentado por Francisco Javier Sáenz de Oíza y Luis Laorga dado que “reúne el mayor número de condiciones”. La puntuación asignada a los ganadores fue de 82 puntos sobre 100. El segundo premio fue para Regino y José Borobio y para Javier Barroso y Rafael Aburto. Ambos anteproyectos obtuvieron 77 puntos. El cuarto premio se lo otorgaron a Fernando Chueca Goitia. Asimismo, el jurado concedió tres accésit a: Pedro Ispizua, Antonio Araluce y Enrique Bas Augustín. Los ganadores del anteproyecto recibieron el encargo de la redacción del proyecto de ejecución y compartieron la dirección de obra con el arquitecto asignado por la propiedad, el oñatiarra Damián Lizaur.
Francisco Javier Sáenz de Oíza (Cáseda, Navarra, 1918 – Madrid, 2000) es considerado uno de los maestros de la arquitectura española más importante del siglo XX. Su figura, junto con la de Luis Laorga, resulta capital para la historia de Arantzazu. Ambos arquitectos desarrollaron un proyecto innovador que interactúa con el imponente enclave montañoso en el que debía insertarse la Basílica. Ganador en 1993 del Premio Príncipe de Asturias de las Artes, la unión entre Saénz de Oíza y Arantzazu traspasó incluso al terreno personal. Y es que, fue en Oñati donde el arquitecto navarro conoció a María Felisa Guerra, con la que se casó en 1956. El matrimonio tuvo siete hijos, cuatro de ellos arquitectos. Meses antes de fallecer finalizó en su estudio el proyecto para el museo de Alzuza de su amigo Jorge Oteiza. Es autor, entre otras obras emblemáticas, del edificio Torres Blancas y del Banco de Bilbao de Madrid, así como del Museo Jorge Oteiza en Alzuza.
Luis Laorga Gutiérrez (Madrid, 1919 – 1990) es otro de los arquitectos que transforman el panorama arquitectónico en España. Arquitecto desde julio de 1946, en diciembre obtuvo, asociado con Francisco Javier Sáenz de Oíza, compañero de promoción, el primer premio del concurso para la ordenación del entorno del acueducto de Segovia. Fruto de ello ambos arquitectos recibieron el Premio Nacional de Arquitectura en 1947. El desarrollo de los trabajos de la Basílica, que suscitó diversos problemas y dificultades, culminó con la disolución de la asociación formada con Saénz de Oíza. Durante su trayectoria profesional, desarrolló alrededor de 600 proyectos entre los que se incluyen viviendas, centros educativos e iniciativas de ayuda social. Entre su legado destacan las obras realizadas junto a José López Zanón: Universidades Laborales de Huesca, La Coruña y Cáceres y las Escuelas Náuticas de Pasaia, Portugalete, Cádiz, Alicante, Vigo, Arrecife y Tenerife.
Damián Lizaur (Oñati, 1885 – 1956) cursó los estudios de arquitectura en Barcelona y Madrid, en donde culminó su formación en 1916. Casado con la oñatiarra Carmen Gomendio, fue socio de Eusko-Ikaskuntza. En 1918, ingresó en el cuerpo de arquitectos de la Hacienda Pública de España. La Orden franciscana encontró en el oñatiarra a su arquitecto de cabecera, que ejecutó también la ampliación del convento de Arantzazu en 1935 y de la biblioteca en 1950. La colaboración con la Orden Franciscana continuó con los trabajos de construcción de la Basílica de Arantzazu. El oñatiarra, conocido también como ‘don Damián’, fue el arquitecto asignado por la propiedad para trabajar de manera conjunta junto con Franscisco Javier Saénz de Oíza y Luis Laorga. Su desempeño como dirección facultativa local resultó inestimable y ayudó a mantener el pulso de las obras. La publicación ‘Inventario Histórico-Artístico del Valle de Oñati’ editado en 1982 por la Biblioteca Pública Municipal de Oñati destaca sobre Damián Lizaur que “fue el primer arquitecto que utilizó hormigón armado para las construcciones en Gipuzkoa, concretamente en la fábrica de Lasagabaster Hnos. de Bergara, levantada por los años 20”.
LOS APAREJADORES
La propiedad también designó a un aparejador de su confianza la importante labor que tenían por ejecutar. Elegido por la Provincia franciscana, el aparejador José Miguel Zumalabe compartió esta tarea con el también aparejador Tomás Ardid, propuesto por los arquitectos Francisco Javier Sáenz de Oíza y Luis Laorga.
José Miguel Zumalabe (Donostia, 1906 – 1992), además de aparejador, fue un artista y un apasionado euskaltzale e impulsor de relevantes iniciativas desde y para el euskera. Tras realizar los estudios de aparejador en Madrid y la licenciatura de ciencias exactas en Zaragoza, ejerció como profesor de dibujo y de matemáticas en Bergara, Donibane Lohizune y Donostia durante 20 años aproximadamente. Después se dedicó a la construcción. En este campo fue designado por la Provincia franciscana como aparejador del proyecto de construcción de la Basílica. En su trayectoria combinó su actividad profesional con sus dos ejes vitales: la pintura y el euskera. Junto con la labor que realizó en Arantzazu, también se encargó de la renovación de las parroquias de Arama, Abaltzisketa y de la nueva parroquia de San Martín en Donostia.
Tomás Ardid Gimeno (Madrid, 1923 – 2010) fue propuesto por los arquitectos Francisco Javier Saénz de Oíza y Luis Laorga como aparejador para que colaborase con José Miguel Zumalabe. Ingresó en la Escuela de Aparejadores en 1947 y tras acabar su periodo formativo, colaboró con algunos de los arquitectos españoles más importantes de la segunda mitad del siglo XX. El aparejador madrileño, que consideró el proyecto de Arantzazu como un eje profesional de su carrera, resumió de esta manera su intervención en la obra: “Personalmente, creo que es una de las mejores obras que se han hecho en España, y tengo el orgullo haber participado en la misma”.
LOS CONTRATISTAS
La elección se realizó tras efectuar un concurso restringido entre cinco contratistas, de los cuales presentaron sus propuestas las firmas Construcciones Hnos. Uriarte, Olabarria Hermanos y Sr. Castellano. La Comisión se decantó por la empresa Construcciones Hnos. Uriarte, porque el alcalde de Oñati y los franciscanos apoyaron a esta compañía. Originarios del barrio Araotz de Oñati, la familia Uriarte participó de manera activa en Arantzazu ya desde 1920. Enrique, el cabeza de familia, se encargó de construir la base del ábside paralizada en 1929. La unión fue aún más estrecha después de que el 12 de abril de 1951 se le asignase a la empresa familiar la construcción de la nueva Basílica debido a la fuerte vinculación de la firma con Arantzazu, así como por su solvencia y capacidad. Así, tras acordar por unanimidad adjudicar la obra a Construcciones Hnos. Uriarte (Juan, Antonio y Mauricio), el Provincial y los arquitectos firmaron finalmente el contrato de adjudicación de las obras el 10 de junio de ese mismo año. El proceso de construcción no fue fácil, pero el empuje del encargado de la obra, Martín Inda, y la encomiable labor realizada por los trabajadores permitieron sacar adelante la gran obra. La falta de maquinaria para construir la nueva Basílica obligó a contratar numerosa mano de obra y originó uno de los primeros movimientos migratorios hacia el País Vasco. Más de 70 obreros provenientes de Galicia, Andalucía, Extremadura, Salamanca… convivieron en el barracón construido en el camino de acceso a la ermita del Humilladero y contribuyeron junto a los trabajadores vascos a la imprescindible labor para realizar la gran obra de la nueva Basílica, finalizada en 1955.
LOS FINANCIADORES
El presupuesto para la construcción de la nueva basílica, inicialmente de más de 19 millones de pesetas, se redujo a 15 millones de pesetas en diciembre de 1950. Pese a la reducción, ni Arantzazu ni la Provincia franciscana disponían de recursos suficientes para hacer frente a la financiación. En este sentido, la postulación popular, de puerta en puerta, fue una labor encomiable. Tras recorrer toda Gipuzkoa, buena parte de Bizkaia y el área euskaldun de Navarra, los franciscanos recolectaron unos tres millones y medio de pesetas recolectados gracias a la generosidad de las familias. Asimismo, fue fundamental la colaboración de la Diputación de Gipuzkoa, ayuntamientos, diversos organismos públicos y entidades bancarias, así como los donativos realizados, entre otros, por industriales como Patricio Etxeberria, que realizó aportaciones económicas realmente significativas. Por otro lado, también se hicieron colectas en América. La campaña de recaudación en Cuba, donde los franciscanos estaban firmemente establecidos y en donde Pablo Lete había pasado la mayor parte de su vida sacerdotal (1926-1949), resultó ser vital. Y es que, la mayor cuantía económica, más de cinco millones y medio de pesetas, provino de Cuba.
NOTA: El contenido recogido en este artículo tiene como fuente principal el libro publicado por el franciscano Manolo Pagola bajo el título ‘La Nueva Basílica de Arantzazu. Su construcción y financiación’.
Arantzazu Gaur Fundazioa