Fr Patxi Bergara, franciscano
Situado bajo el Ecuador en África Central, Ruanda es un pequeño país verde y montañoso. El famoso Parque Nacional de los Volcanes, lleno de volcanes cubieertos de bosques, en el que el monte Karisimbi, de 4.507 m, prinxipal cumbre del país. Este Parque Natural destaca también por albergar una población rica en gorilas de montaña y monos dorados. Al suroeste, el Parque Nacional Nyungwe, con un antiguo bosque pluvial de montaña, alberga chimpancés y otros primates. Todo ello hace de Ruanda “el país de las mil colinas”; un país hermoso y apetecible para la cámara del turista.
En 1962 se independizó de Bélgica. Más tarde Ruanda ocupó el interés de las principales agencias de noticias con motivo del conflicto que estalló el 6 de abril de 1994 tras el asesinato del entonces presidente ruandés, Juvénal Habyarimana, que murió junto al de Burundi, Cyprien Ntaryamira, después de que el avión en el que viajaban fuera derribado, aunque existían indicios claros de la situación que se estaba gestando desde meses antes. La matanza que siguió –el Gobierno ruandés acusó a los rebeldes tutsis del Frente Patriótico Ruandés (RPF) del asesinato- terminaría con la vida 800.000 tutsis y hutus moderados en poco más de tres meses.
Y como siempre que se da una contienda civil de proporciones difíciles de soportar, la Iglesia misma quedó atrapada e implicada en la violencia, en este caso contra los tutsis, de manera que más tarde el mismo Papa Francisco, como ya lo hiciera Juan Pablo II en el Jubileo del Año 2000, pediría perdón al presidente ruandés Paul Kagame, recibido en audiencia el día 20 de marzo de 2017, por los “pecados” de la Iglesia y por sus miembros que “cedieron al odio” traicionando su misión evangelizadora en el genocidio de 1994 en el que murieron más de medio millón de personas, mayoritariamente tutsis.
Esta implicación en la contienda trajo como consecuencia el abandono numeroso por parte de la población ruandesa de la Iglesia Católica aun cuando en la actualidad aproximadamente la mitad de la población se confiesa cristiana católica.
Los mártires de la Iglesia en el genocidio
Según la Agencia Vaticana Fides, en Ruanda, se puede afirmar que la Iglesia misma sufrió un verdadero holocausto.
Según los datos recogidos por esta Agencia son 248 las víctimas entre personal eclesiástico, incluidos una quincena de muertos debido a malos tratos, falta de tratamiento médico y los desaparecidos de los que no se ha tenido noticias y por tanto se les considera muertos. El elenco está sin duda todavía incompleto.
Perdieron la vida en Ruanda en este año 1994: 3 obispos y 103 sacerdotes (100 diocesanos de todas las diócesis del País y 3 Jesuitas), 47 hermanos de 7 institutos (29 Josefinos, 2 Franciscanos, 6 Maristas, 4 hermanos de la Santa Cruz, 3 hermanos de la Misericordia, 2 Benedictinos y 1 hermano de la Caridad).
Las 65 religiosas asesinadas pertenecían a 11 institutos: 18 religiosas Benebikira, 13 religiosas del Buen Pastor, 11 religiosas Bizeramariya, 8 Benedictinas, 6 de la Asunción, 2 religiosas de la Caridad de Namur, 2 Dominicas Misioneras de Africa, 2 Hijas de la Caridad, 1 Auxiliadora de Notre Dame du Bon Conseil y una Hermanita de Jesús. A estas se añaden al menos 30 laicas de vida consagrada de 3 institutos (20 Auxiliadoras del Apostolado, 8 del instituto “Vita et Pax” y 2 del instituto San Bonifacio).
La reconciliación: el secreto de la transformación ruandesa
Contra todo pronóstico, Ruanda ha resurgido de las cenizas. En 25 años pasó de tener cementarios a campo abierto y fosas comunes donde se apilaban los cadáveres a ostentar una infraestructura moderna, internet de alta velocidad y una tecnología de vanguardia con el uso de energías renovables. Un ejemplo de cómo romper con una espiral de violencia del que sus vecinos no logran salir.
También se ha convertido en el país con más mujeres en el Parlamento con un 63%, y está ubicado entre los 10 países africanos con mayor crecimiento económico anual, con un 8%. El país ha logrado duplicar su población a doce millones de habitantes, mientras en la época del genocidio se redujo a seis. Según datos de 2017 del Banco Mundial, también incrementó su esperanza de vida que ahora es de 67 años, mientras que en 1994 era solo de 29 años.
Asís - Ruanda
Después de un período de descanso y controles médicos en Italia, la madre Giuseppina, OSC, ha regresado a Ruanda acompañada de Fray Marco Freddi, OFM, secretario de las Misiones de los Hermanos Menores de Umbría y Cerdeña, como signo de comunión fraterna y con el fin de verificar in situ las necesidades de las hermanas.
La hermana Giuseppina ha estado en Ruanda por más de treinta años, desde que fue enviada aquí por su comunidad de Asís (Proto-Monasterio) a principios de los años ochenta, junto con la hermana Miriam, para crear una comunidad de Clarisas ruandesas. En estos años hubo un paréntesis de dos años (1994-96) que llevó a pensar que todo había acabado con motivo de la guerra civil que la obligó a escapar apresuradamente, regresando en 1996 para reiniciar el monasterio que saqueado se había salvado al menos en sus estructuras más elementales. Gracias a la generosidad de su comunidad de origen y de la Orden, la hermana Giuseppina logró reiniciar la vida en el monasterio comenzando por reunir a la comunidad dispersa por la guerra y a partir de ahí, la comunidad ha ido creciendo hasta alcanzar hoy el número de 45 hermanas presentes en el convento. No son las únicas vocaciones nacidas en estos años, porque a medida que la comunidad creció, se creó otra comunidad en Ruanda que luego se asentó en Burkina Faso, y recientemente una nueva comunidad en Nyinawimana, en una de las colinas de Ruanda.
La hermana Giuseppina con sus 45 hermanas, jalonan sus días entre la oración comunitaria, la adoración y los trabajos, que hacen que la comunidad pueda ser autónoma. Trabajos como la confección de ropa litúrgica, la creación de iconos y la producción de miel, incluso si como es el caso en este momento, las colmenas han sido prácticamente diezmadas por una epidemia, dan a la vida diaria en esta comunidad de Ruanda. Trabajo y oración en medio de la vida de las hermanas jalonada de momentos de recreación donde, como señala la hermana Giuseppina, el alma africana de las hermanas ruandesas tiene la oportunidad de expresarse en toda su vitalidad.
La dedicación de las hermanas ruandesas a su misión clariana de ser “sostenedoras de los miembros vacilantes de la Iglesia” nos empujan a celebrar este injerto revitalizante de estas energías en el viejo tronco de la Orden.