Javier Garrido, ofm
Kristau heldu bat diszernimendurako gai da, fedetik sortzen den bizitzaren zentzuari dagokiona bereizteko gai da. Espiritu Santuak piztutako barne-argiak laguntzen du prozesu horretan. Kontuz gero, fedea gotorleku bihurtzearekin eta horrenbestez desberdina mehatxu lez ikustearekin; baina baita, beste muturrean, irekieraren izenean norberaren nortasunaren kontzientzia galtzearekin.
Vatikanoko II. kontzilioak ere egun kristau izateak zer esan nahi duen bereizi zuen. Diszernimendu prozesu hori gidatu zuten irizpideak bi izan ziren: Iturrietara jotzea, Itun Berrira, alegia; eta han topatutakoa egungo testuinguru sozio-kulturalean elkarrizketaren bidez gaurkotzea.
A un cristiano/a maduro humana y espiritualmente se le nota en su capacidad de discernimiento.
Se puede discernir con discurso analítico, pero también por luz interior, cuando la da el Espíritu Santo. Así que una persona sencilla puede percibir mejor la verdad que un intelectual, cuando se trata de discernir lo que atañe al sentido de la vida que nace de la fe.
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Hay que evitar dos extremos frecuentes:
Los que necesitan asegurar la fe, y para ello adoptan una actitud de defensa, incapaz de abrirse al que tiene otra religión o es agnóstico. Actitud de replegamiento, que al diferente lo siente como amenaza.
Los que necesitan estar a la moda y confunden la apertura al otro con la falta de conciencia de la propia identidad. Da lo mismo ser budista o musulmán y reducir la fe en el Dios de Jesús a una sabiduría espiritual entre otras.
Señalemos que el discernimiento que evita estos extremos no es primordialmente intelectual, sino emocional, que la persona no lo vive sólo en el tema religioso, sino también en otros aspectos de la vida.
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Nuestras reflexiones van a inspirarse en el discernimiento que el Concilio Vaticano II hizo sobre el modo de ser cristiano hoy. Dos criterios orientaron al Concilio:
La vuelta a las fuentes, es decir, al Nuevo Testamento, especialmente a Jesús y su Evangelio. Cada vez que, en su historia, la Iglesia se ha renovado, siempre lo ha hecho retomando su identidad.
La actualización del Evangelio en el contexto sociocultural que le toca vivir. Y para ello utiliza el diálogo en cuanto espíritu y en cuanto praxis. El diálogo tiene muchas dimensiones: apertura al otro en cuanto otro, capacidad de ver lo bueno en lo diferente, búsqueda de síntesis que integra la identidad propia y lo que la actualidad aporta, etc.
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Abordemos algunos ejemplos:
Sobre el individualismo actual.
Cabe juzgarlo como egocentrismo y sentirlo como amenaza; o cabe también valorarlo positivamente como promoción de la subjetividad personal, favoreciendo así una evangelización que da más importancia a la experiencia que al adoctrinamiento.
Sobre la secularidad.
Cabe juzgarla como negación de Dios, o como plataforma privilegiada para una relación con Dios, que libera de la necesidad y posibilita percibir a Dios como autodonación libre.
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Que el lector/a discierna en su propia conciencia.