Fco. Javier Bergara, franciscano
Aguraineko Klaratarren komentuko Sagrario, María Jesús eta Corazón de María 1997an Ekuadorrera joan ziren Montalvon Klaratarren komunitate berri bat sortzera. Biak bat bihotzean.
Montalvoko klaratarren bizimodua liturgiak markatzen du. Jainkoaren aurrean gelditu, gero begietsitakoa ekintzara emateko. Egunean zazpi geldiune, Eukaristia ardatza delarik. jainkoaren graziaz komunioan bizi dira, arreba modura, eta bizimodua "San José" gogarte-etxea kudeatzen ateratzen dute aurrera. Otoitzari eskaini diote bizitza, komentuko hormetatik at ahul eta etsita sentitzen diren horiengana iristen den otoitzaren indarra.
Gracias a la solicitud realizada por Mons Jesús R. Martínez, Obispo de la Diócesis de Babahoyo, a la comunidad de Clarisas del Monasterio de Salvatierra (Álava), nace hace ya 23 años la comunidad de Clarisas en Montalvo (Ecuador) el 9 de julio del año 97’.
Las Hermanas en Montalvo son una comunidad joven, muy joven, si lo comparamos con la media de edad en esta Iglesia nuestra de Europa; una comunidad joven que por su misma condición trabaja cordialmente el carisma franciscano-clariano, empapándose de esta manera de ser y sentir que es la vida contemplativa a la manera de Clara de Asís. Por eso, nos confiesan, que hoy la formación es muy importante para todas ellas, y a ello se dedican de corazón acompañadas por Sagrario, María Jesús y Corazón de María, que hace 23 años desembarcaron en Montalvo desde Salvatierra/Agurain con ilusión y generosidad, perpetuando así la forma de vida instaurada por Clara en su Asís natal (s XIII).
Así pues lo primero que toca es reconocer y agradecer a estas primeras hermanas, que en todo momento han hecho de madres; reconocer su entrega y fidelidad. A ellas y a las Hermanas de Salvatierra/Agurain por su apoyo incondicional en todo momento. “Un mismo corazón y una misma alma”, así describe el libro de los Hechos a la primera comunidad de Jerusalén y así es como se sienten Agurain y Montalvo. Una misma comunidad de madres e hijas, con su fe viva, su presencia acogedora, con su cariño, con su talante bondadoso que mutuamente se ayudan a crecer y a madurar, a vivir despiertas y crear ambientes vivificadores, para que unas y otras se vayan haciendo con una identidad cada vez más propia.
La llamada
La Hna M. Elena perteneciente a esta comunidad en Montalvo y residente temporalmente en el monasterio de Agurain, nos señala “cómo el Papa Francisco cuando afirma que El Señor nos sigue llamando a vivir con Él y a seguirlo en una relación de especial cercanía, ellas han sentido esa llamada de exclusividad viviendo un amor esponsal con Cristo”. Le dejamos que sea ella quien nos cuente sobre la vida en Montalvo:
Nuestra vida está marcada por la oración
“La oración desarrollada en un ambiente de silencio y soledad marcan el día a día de las hermanas. Ahí vamos aprendiendo a “estar” largo tiempo en relación con el Señor a la manera de Clara, de manera muy libre y sencilla mirando a Jesucristo: Mira, Contempla y Transfórmate. Dice Santa Clara.
En Montalvo comenzamos el día comunitariamente, nos dice la Hna M. Elena, ante Jesús Eucaristía en adoración que luego intentamos prolongar como actitud el resto del día. Clara nos enseña ese “parar” y luego “volver a actuar” desde lo contemplado.
Las celebraciones litúrgicas marcan el ritmo del día, repartida en siete momentos, intentando así ser la voz de la iglesia que incansablemente alaba, agradece y suplica por las personas que se acercan a nuestro Monasterio, por la Diócesis a la que pertenecemos, por nuestro pueblo… la onda expansiva de la oración es tan fuerte que sutilmente abraza a toda la humanidad. El momento central es la Eucaristía diaria como el alimento principal en nuestra vida; sacramento del encuentro, ofrenda de nuestra existencia…, de manera que la preparamos con esmero, decoro y sobriedad.
Nuestra vida está marcada por “ser hermanas”
Nuestro ser hermanas nace de haber sido llamadas a vivir de Cristo pobre y crucificado. Qué importante se hace para nosotras el ser acogidas de manera total en lo que somos! No es fácil pero sí es posible!
Cuando se nos concede la gracia de conocernos y entendernos desde la Palabra de Dios, de dejarnos mirar y amar por Él, entonces es cuando tenemos mayor conciencia de quiénes somos, y todo se resitua con un sentido de verdad y comprensión que nos lleva a confiar y entregarnos liberadas de bloqueos y miedos. Los defectos y limitaciones no desaparecen; pero con ellos nos acogemos y aceptamos pues hemos conectado y estamos unidas a nuestra propia raíz, que es Dios mismo, Él nos da el don de la comunión.
Nuestra convivencia se nutre de muchos momentos y entre ellos de momentos lúdicos que cuidamos con cariño.
Nuestra vida está marcada por el trabajo
Para Clara y Francisco el trabajo es un don. Para Clara, trabajar es seguir el ejemplo de Cristo, el hijo del carpintero, que en su vida oculta de Nazaret trabajó como tal. Se trata de imitar a Cristo en las tareas cotidianas. Por eso queremos vivirlo como entrega gozosa al Señor y como medio de sustento a las necesidades de la comunidad y de otros pobres.
Para nosotras el trabajo es un don, que a ejemplo de nuestra Madre Santa Clara, tiene una dimensión importante de GRATUIDAD; no es sólo una actividad de la que obtener ganancias, es mucho más!.
Hoy nuestra principal forma de sostener la comunidad y compartir con los pobres es con la “Casa de retiro San José”. Desde aquí nuestro apostolado se hace servicio y acogida a diferentes grupos y comunidades. Queremos que al que venga aquí todo le hable de Dios. Con nuestra oración y acogida, deseamos que los que nos vistan descubran la belleza y armonía del Dios Creador; la ternura, la compasión, el abrazo de Cristo; la alegría y la fuerza que suscita el Espíritu Santo para el camino de conversión y esperanza.
Aquí se acercan numerosas comunidades de las Diócesis de Babahoyo, San Jacinto de Yaguiachi, Guayaquil, y otras, para hacer sus encuentros y ejercicios espirituales.
Nuestra misión en la Iglesia
Nuestra vida está orientada a la oración contemplativa: Cristo es nuestra primera y principal ocupación. Por ello mismo participamos en la vida de la Iglesia entregándonos totalmente a su misión: La alegría de llevar a todos la consolación de Dios, pues en Él hemos encontrado nuestra identidad.
Con gestos y actitudes, de manera callada y sencilla, queremos sembrar cercanía, escucha, compasión; mostrando a cada uno que es único y tienen un lugar en el corazón de Dios y también en el nuestro.
Una hermana siempre nos suele recordar: “¡Soy misionera y catequista! Porque mi corazón orante unida a Jesús traspasa los muros del convento y la fuerza de la oración llega a todos mis hermanas y hermanos que se sienten débiles, tentados, abatidos”. Así es como sentimos nuestro cometido.
Viviendo en el Hoy
Jesucristo le confió a Francisco la misión de “reparar la Iglesia”, y nosotras queremos acoger esa misma misión siendo: “Humildes estrellas que, con sus guiños chispeantes, reflejan otra luz y nos hablan de belleza, misterio, inmensidad (…) Puentes, lugar de encuentro, entre los buscadores de Dios y nuestro Dios que siempre va buscando a sus hijos amados”. (Constitución Vultum Dei Querere)
Queremos decirte a ti, que lees estas líneas, que oramos silenciosamente por ti y los tuyos, que te acompañamos en tus búsquedas y tus trabajos y con Santa Clara te deseamos lo mejor: "El Señor está siempre contigo, ojalá estés siempre y en todas parte con Él.”