Fco. Javier Bergara, franciscano
Arantzazuko Probintzia frantziskotarrak hogei urtez segidan eskaini ditu udako auzolandegiak Marokon. Aurten ordea, gauza jakina denez, ezin izan diegu horrelakorik eskaini gure gazteei. Marokoko egonaldi hauetan gure gazteek "haustura-esperientziak" bizitzen dituzte, beste istorio eta egoeren topaleku eta Islama bizi dutenekin elkargune baitira, nork bere buruarekin topo egiteko aukera eta otoitza eta meditaziorako denbora eskaintzen baita. Eliza txiki baina esanguratsu baten partaide izate horrek gazteen testigantza ugari utzi dizkigu: eliza berri bat ezagutzeko aukera, mundu musulmana gertutik deskubritzeko aukera, ezerezaren erdian, errealitatearen gordintasunean gehien behar dutenekin egotearen garrantzia.
Este año también el verano resultará ser diferente. Desde la Provincia Franciscana de Arantzazu en el mes de agosto, desde hace ya dos lustros, hemos ofrecido lo que en un principio se llamó “Campo de Trabajo en Marruecos” y luego pasamos a denominar “Experiencia de Vida Franciscana en Marruecos”. Son muchos jóvenes los que a lo largo de estos años han pasado por el Centro de Discapacitados Lalla Meryen en Rabat y convivido con los hermanos de nuestra Fraternidad Franciscana de Rabat, y en los últimos años también en Tattiouin, aldea Bereber a los pies de la cordillera del Atlas, con sus actividades de verano para los más pequeños de la aldea junto a las Franciscanas Misioneras de María y a apenas 20 Km, por un camino que no es camino, la rica convivencia con la comunidad Cisterciense de Ntra Sra del Atlas en Midelt.
Este año no podrá ser por razones que se imponen desde la realidad, pero a lo largo de estos años hemos intentado propiciar y acompañar “experiencias de ruptura” que cuestionen la vida propia ofertando tiempo y lugar para:
- la escucha y el encuentro amigable con otras historias, otras situaciones. Escuchar, si es posible, relatos que pongan luz en la propia vida. Ver desde un horizonte más amplio, que ayuda a relativizar los propios absolutos y a comprender un poco mejor el valor de las cosas. Escuchar para relacionarse con personas, no con etiquetas. Acoger en la propia vida otras vidas. El encuentro con personas que sufren exclusión y enfermedad.
- Encontrarse uno a sí mismo. Es decir, encontrar la propia verdad. La propia verdad que a veces arruga la nariz ante el mal olor ajeno, que añora la comodidad en cuanto falta, que reconoce que la perspectiva de volver a casa es un alivio. Pero que también se pregunta por lo que es posible, que anhela construir, vivir de otra manera conforme a valores que no están en boga. Que se pregunta qué papel le toca a uno vivir en este mundo complejo y herido.
- La oración y meditación personal como ese espacio necesario para hacer una lectura creyente de las mismas experiencias: entender dónde hay pecado, dónde misericordia, dónde fraternidad, dónde llamada, dónde misión.
- Encuentro con las gentes del Islam y una Iglesia “insignificante pero significativa” como gusta decir a Mons Cristóbal López, Cardenal Arzobispo de Rabat, que siempre nos ha sido cercano y acogedor.
Al final hemos pretendido cargar la propia historia de un horizonte diferente, más amplio, en el que caben otras posibilidades y otras responsabilidades. Descubrir una perspectiva más amplia que ayude a formular mejor el sentido de la propia vida.
“Estas con ellos, y en medio de ellos, y eso es lo más importante”
En octubre del año pasado 2019 y después de haber pasado el mes de agosto con nosotros en Marruecos, me escribía Rafa, de 24 años y ya a final de carrera para compartir lo que había supuesto esta exigente experiencia entre nosotros y que la comparto con vosotros por lo que tiene de testimonio directo de quien ha estado allí con nosotros.
“Han pasado ya casi tres meses desde que volvimos de Marruecos. Tiempo ya suficiente para pararte a reflexionar, recordar y pensar en todo lo vivido.
Cierto día de primavera, en Madrid, se nos ocurre buscar algún tipo de experiencia misionera fruto de una inquietud que llevaba un tiempo dentro de nosotros. A raíz de eso, gracias a la Obras Misioneras Pontificias, encontramos el contacto de Fr. Patxi y leemos sobre lo que ellos denominan “experiencia de vida franciscana” con las Franciscanas Misioneras de María. Fuimos sin mucha idea de qué es lo que íbamos a hacer, de cómo íbamos a vivir, o de con quién íbamos a convivir, ya que nos conocimos todos en el aeropuerto de Madrid tres horas antes de salir hacia Marruecos. Con un poco de miedo, pero con ganas, nos lanzamos hacia esta aventura que para mí ha significado lo siguiente:
- Conocer una nueva Iglesia
Uno de los aspectos que más destaco de esta experiencia es eso, haber compartido la alegría de una Iglesia viva, y desconocida para mí. Soy una persona de parroquia, que apenas conocía las órdenes religiosas por dentro ni el mundo franciscano en particular. He descubierto una Iglesia universal, presente en todo el mundo. He descubierto la importancia de que dos hermanas franciscanas, o un grupo de monjes cistercienses vivan en medio de esa sociedad. He podido convivir con ellos y descubrir su naturalidad y empaparme de su fe.
Y sobre todo, he descubierto una Iglesia que posiblemente no sea muy distinta a la que nos tocará vivir dentro de no mucho tiempo. Una Iglesia que sufre, que se siente distinta en su mundo, pero que aun así está muy viva porque su vida es la de quienes la forman.
- Descubrir de cerca el mundo musulmán
Uno de mis principales miedos, pues llegaba allí lleno de prejuicios. Y cómo no los voy a tener, si aunque no lo quiera mi cabeza está llena de todo lo que te venden los medios y el mundo occidental. Pero la realidad se demuestra no con palabras, sino con hechos. He podido descubrir de cerca a los hermanos musulmanes. He podido convivir durante una semana por completo con ellos, y he sentido cómo me han acogido. Y esta acogida es otro regalo de la experiencia, pues si ellos no te acogen, tú no puedes hacer absolutamente nada allí.
Por otro lado, soy consciente de que les he conocido de cerca porque tres meses después sigo sintiendo que les quiero. Me acuerdo de los niños de Tatiouine, de los discapacitados de Rabat, y les tengo muy presentes. Eso quiere decir que son personas que no han pasado desapercibidas para mí.
- Sentirse perfectamente inútil
Por supuesto vas con ganas de hacer muchas cosas, de sentirte importante y necesario. Pero llegas allí y te das cuenta de la realidad, que eres perfectamente inútil. Pero estas con ellos, y en medio de ellos, y eso es lo más importante.
Los días se pueden hacer largos en algún momento, pero si piensas en hacer lo poco que haces con amor y queriéndoles lo empiezas a ver de otra manera.
Y todo esto lo he descubierto gracias a una semana en Tatiouine, en un campamento con niños, dos días en Midelt, y dos semanas en Rabat, en un centro de discapacitados.
Para mí han sido unas semanas de continuo aprendizaje, de estar cerca de Dios, y de tener una experiencia de Él a través de todas las personas que he conocido. Una experiencia que recomiendo, y que ojalá pueda volver a repetirla.”