Cada 6 de enero al volver de casa de mis padre y madre, después de la última comida copiosa (no estoy en el grupo de las 110000 hombre y mujeres que en Euskadi están en el umbral del empobrecimiento) siempre me invade el mismo sentimiento de pesadez pero a la vez de esperanza. En el camino del coche a casa no son muchas las personas con las que me cruzo pero escucho conversaciones con la frase del día… POR FIN SE TERMINAN LAS FIESTAS… Como cristiano pienso que algo hemos hecho mal, algo hemos transmitido mal al escuchar dicha frase que transmite alegría por el fin de la Navidad.
Continuo caminando, ya son pocas las luces que quedan en las calles, la noche es más oscura que las anteriores, más silenciosa, y el frío del invierno hace que uno asemeje más la paz que siento ahora, a aquella noche que veníamos celebrando, donde el hijo de Dios nació empobrecido, fuera de la ciudad, en un establo (en la posada no había sitio para ellos… para otras personas quizá si… pero para esta joven pareja no… ¿no os suena la historia?). Creo que este anochecer se acerca más aquella noche que nacía Jesús siendo anunciado por la luz de la estrella o el gloria del ángel, primero a las personas más empobrecidas (encarnados en aquellos pastores) y luego a todo el mundo que quisiera escuchar, sentir y vivir aquel revolucionario mensaje que traía la libertad y la esperanza a tantos y tantas.
Me detengo y observo que muchos de los escaparates ya han cambiado el cartel de ZORIONAK por el de REBAJAS - BEHERAPENAK, todo parece que ha quedado atrás y en la vorágine del consumismo (que cambia de nombre, REBAJAS) puedo distraerme del compromiso que cada Navidad como cristiano debería renovar, el de convertir mi vida en pesebre para acoger a aquellos que la estrella junto al ángel hoy me siguen señalando a las personas en las que Dios se vuelve a encarnar.
Llego a casa y observo al niño de mi pesebre y me fijo también en la estrella que puse al inicio del adviento. La estrella con su luz es la que guió a los magos hasta el pesebre. Su luz hoy sigue brillando aunque muchas nubes a veces no nos dejen verla. Necesito de ti, estrella, necesito tu luz para que me sigas guiando hacía ese niño que se encarna en muchas personas olvidadas, descartadas e invisibles.
Necesito que mi Iglesia siga siendo estrella que me acerque a ese Belén que sigue interpelándonos.
En este silencio de la noche de Reyes, con el niño de cerámica en mis manos doy gracias por tantas estrellas que hoy me sirguen acercando a ti, Dios frágil, pobre, niña, anciano, enferma, mujer, hombre…
Estrellas sois en mi Iglesia todas las personas que en Caritas acogéis y nos señaláis que hoy el niño no llega a fin de mes, que hoy el niño con 80 años no puede pagar la calefacción porque con su pensión justo puede comer.
Gracias también al movimiento círculos del silencio que una vez al mes os convertís en estrella que señala el drama de las personas migrantes. Recordáis que el niño viaja en patera, que ese niño Dios cae en la trata, en la explotación sexual. Con vuestro silencio convertido en luz nos recordáis que hoy el niño se ahoga en el mediterráneo, que vive hacinado en campos de refugiados de Grecia o que corre con su familia de las bombas en Siria.
Estrellas que en tantas comunidades religiosas que junto a tantos laicos y laicas de América Latina, África y Asia nos recordáis que nuestro niño defiende la madre tierra, que nuestro niño es diverso, plural y que todos los colores y acentos son rasgos suyos.
Hoy señaláis muchos en mi Iglesia que el niño está enfermo y vive solo. Os detenéis en barrios olvidados de nuestras ciudades. En cada comedor social sea enero o marzo la estrella de la Navidad nos recuerda que el niño hoy en Euskadi pasa hambre. Y como no, mañana al ir al hospital Aita Menni como cada día, cada uno de mis compañeras y compañeros, cada persona voluntaria y cada hermana seréis estrella para esta sociedad recordándonos que hoy Dios tiene rostro de persona con enfermedad mental.
Somos muchas y muchos en nuestra Iglesia que desde el anonimato intentamos ser estrellas, a veces luminosas, más brillantes o menos, pero que queremos señalar que otro mundo más justo es posible. Hombres y mujeres que queremos convertir nuestra Iglesia en un gran pesebre donde nadie se sienta fuera, donde como en aquel portal de Belén todos y todas puedan acercarse adorar al niño y sentir su consuelo.
Feliz 2020 para todos y todas, repito para todos y todas!! Urte berri on guztiontzat, benetan guztiontzat!!